Capítulo 4

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Después de aquel encuentro fortuito con Suzuki me dirigí al taller, me imaginé cualquier trabajo, inclusive pensé en estudiar mientras estaba aquí pero... Me di de bruces contra la realidad, como un pájaro se da de bruces contra el cristal impoluto de una ventana. Me quedé atónito, mirando a mí alrededor.

-¿La lavandería?- Gruñí. -¿En serio?-

Nadie me había oído, todos estaban trabajando o en su defecto, charlaban animadamente mientras no dejaban de trabajar. Limpiaban los uniformes de los demás, la ropa interior, calcetines... Sentí nauseas. Yasu me miraba sonriente, dándome una palmadita de ánimo en mi espalda.

-No es tan malo como parece.-

-¿No hay guantes?-

Me miró frunciendo el ceño.

-¿Para qué?-

-Me niego a tocar los calzoncillos de esta gente.- Finalicé poniendo una mueca de desagrado.

Negó con la cabeza y continuó su trabajo, doblando los uniformes y demás mientras lo metía en bolsas catalogadas. Suspiré y cogí el primer pantalón oliva que encontré en una cesta enorme, metiéndola dentro de la lavadora. Olía a rata muerta. A descomposición.

No sabía cuánto tiempo había estado ahí, cogiendo ropa, metiéndola en lavadoras, sacándolas y metiéndolas en la secadora y luego doblando. Sentí los brazos adormilados, trabajaba por inercia. Sentía hasta una pequeña gota de sudor en mi frente. Hablaría con Tanaka, me negaba a esta clase de trabajos forzados. Un hombre de mi categoría no debería de estar en esta sitio y menos tocando las asquerosidades de estos personajes que no han visto un buen jabón ni en sus más millonarios sueños. Sólo quedábamos Yasu y yo pero él estaba a punto de marcharse. Todos ya habían estado aquí antes y sabían el mecanismo de las máquinas, era la primera vez que mantenía contacto con una lavadora y una secadora. Me llevaba mi tiempo y era el hazmerreír de los presos, aunque la ira se iba acumulando en mis puños, decidí ignorar sus risas.

-¿Te queda mucho?- Me sonreía Yasu, cruzado de brazos frente a mí.

Me encogí de hombros, resoplando.

-Un poco, le queda un minuto a la secadora y luego ya sabes, doblar, meter en bolsas...-

Asintió esta vez sin sonreír.

-Yo me largo, hoy es mi día de visitas y espero que venga mi madre.-

-¿Visitas?-

-Claro.- Volvió a sonreír.-¿No sabías que pueden venir tus familiares a verte?-

Negué con la cabeza, apagando la secadora que ya empezaba a pitar. De todas maneras dudaba que mi familia fuera a visitarme, no podían rebajarse a pisar estas instalaciones tan inmundos para ellos. Y menos después de haber deshonrado a la familia. El primer Matsumoto en caer en prisión, soy la vergüenza de la familia.

-Pues hay día de visitas una vez a la semana, te llaman cuando alguien viene a verte.-

-Ah- Musité.

Se me pasó por la cabeza la visita de mis padres o de alguno de mis hermanos pero en mi interior... Algo se reía de aquella fantasía. Yasu me miraba fijamente pero no dijo nada, acabando por despedirse con un movimiento de mano y desapareciendo por la puerta. Estaba completamente solo, ya ni el sonido que reproducían las máquinas sonaban. La luz artificial de las lámparas me cegaba por momentos, obligándome a frotar mis ojos una y otra vez. Lo ignoré y seguí mi trabajo, cogiendo la ropa y sacudiéndola, doblándola y metiéndola en la única bolsa que quedaba libre. Una vez y otra vez y otra más. No veía el final y eso me estaba derrumbando. Resoplé y estiré los brazos, como animándome a seguir. Noté como crugían mis huesos tras el trabajo, no estaba acostumbrado a este tipo de cosas y mi cuerpo empezaba a resentirse. Decidí pensar en otra cosa, así el tiempo iría más rápido... Aunque deseé no haberlo hecho.

Love Chained.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora