De princesas a brujas.

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La vida no es cuento de hadas, lo se, siempre he sido consiente de ello. Pero me encantaría de alguna forma, que lo fuese, quizás con un poco de magia podría arreglar de forma rápida todo este alboroto, pero ojo, solo yo quiero la magia. No queremos una guerra entre brujas.

-¿Nos vemos mañana?-la voz de Rey la saco de sus pensamientos y despego la vista de la computadora, estaba revisando los estados de cuenta antes de perderse en su propio mundo. El reloj marcaba las doce menos cinco, ya era tarde y Rey, como siempre, era la última en irse. Terminó de guardar los últimos ajustes y apago la computadora, se estaba muriendo de sueño y hambre, tal vez y con suerte Anne estaba en el departamento-¡Remi!

-Lo siento-no se había percatado de que Rey la miraba atenta desde la puerta-últimamente estoy tan perdida en mis pensamientos-la chica suspiro-nos vemos mañana, descansa.

-Sé que no me incumbe, pero déjalas sufrir a ellas-la miro sorprendida-estas matándote, hoy ni siquiera te vi comer algo, Mauricio estuvo aquí en la tarde y tú ni lo notaste, de verdad me preocupas, a todas.

-Estoy bien, no te preocupes-sonrió intentando convencerla, Rey solo negó antes de alegarse, todo se quedo en silencio un par de minutos, hasta que el sonido de la puerta principal se escucho, acababa de marcharse.

Una hora después se encontraba en su habitación, con la computadora frente a ella, una taza de chocolate caliente en la mesa de noche y unos cuantos pastelillos, tal y como imagino Anne no estaba en el departamento y Sam simplemente no se dignaba a comunicarse, Rey tenia razón, la estaban matando; incluso había llamado a Mauricio para disculparse, él la entendía, incluso lo escucho decir algo sobre darle su espacio hasta el cumpleaños de Sam, donde supuestamente todo se arreglaría, no estaba segura de donde saco esa idea, pero esperaba que tuviese razón.

En la vida que llevaban de conocerse, solo habían peleado en dos ocasiones y ambas veces por una estupidez, principalmente culpa de Samanta, la primera y quizás la más simple y hasta divertida, fue aquella ocasión cuando el padre de Anne planeaba construirles una casa club en el jardín.

Flasback

Nunca había visitado la ferretería, su padre solía decir que esa clase de lugares eran solo para hombres, una linda y delicada chica no tendría porque estar ahí, o bueno, eso fue lo que ella creía.

-¡En el pasillo cinco!-ella sujetaba la mano del padre de Anne, no quería perderse, ese lugar era enorme, Sam sujetaba su otra mano libre, tal vez también era su primera vez en ese lugar-¡en el pasillo cinco!-su amiga estaba parada justo frente a ellas, tenia ambas manos en la cintura y una mueca divertida en el rostro, su cabello estaba recogido en una coleta alta y un enorme moño rojo, llevaba un vestido rojo y zapatos de charol negros, ella siempre se quejaba por tener que vestir eso.

-¿Que tiene ese pasillo?-Sam la miraba con duda, los cabellos de ella estaban sueltos, pero una banda en color rosa la hacia ver divertida, también vestía un vestido, como su banda rosa con algunos detalles en blanco, ella usaba sandalias blancas, Sam amaba vestir de rosa.

-Vayan al pasillo cinco-el padre de Anne la soltó y le sonrió-no se muevan de ese lugar y elijan lo que quieran para la casa club-Anne chillo feliz y dio un pequeño salto antes de acercarse a ella y tomar su mano-no las pierdas de vista Anne.

-¡Promesa, prometido, prometo!-grito mientras alzaba su mano y comenzaba a correr, Sam se quejo antes de comenzar a correr detrás de Anne y Remi. Ella a diferencia de sus amigas, llevaba el cabello en dos coletas, amaba sus coletas, tanto como Anne su moño color rojo o Sam el color rosa, también estaba usando un vestido solo que el de ella era verde y en lugar de zapatos de charol o sandalias blancas, usaba unos tenis verdes.

Kiresa El compromisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora