Todo lo que se mueva.

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La vida era, sin duda, una pequeña caja de sorpresas. Aún no podía creerlo, aunque pensándolo bien, las chicas tenían sus ojos.

-Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos-sintió las mejillas arder y asintió, llevó la copa hasta sus labios y probó el vino.

-¿Cuatro años tal vez?-él asintió e imitó sus movimientos-no sabía que fueses casado y tuvieses dos hijas-lo miro con reproche, de alguna forma se sentía engañada.

-Divorciado-Anne bufó-pero creí que esa clase de cosas no te importaban.

-Tu hija, la menor tiene siete-fruncio el ceño-claro que me importa.

-No fueron más que un par de noches-le resto importancia-incluso ahora es un poco tarde para tus ataques de moral.

-Como sea-bebio de su copa de nuevo y suspiro, él tenía razón, ya era muy tarde para un ataque de buena moral.

-Al parecer le agradas a Pandora-asintió.

-Ambas son encantadoras y te aman-sonrio-de verdad no puedo creer que sean tus hijas y que el anciano pervertido sea tu padre.

-El mundo es pequeño Russell, nunca sabes quién podría reaparecer en tu vida-un escalofrio la recorrió por completo.

-Lo sé-.

Lo conoció en un bar a las afueras de la cuidad, esa noche estaba celebrando su cumpleaños, había convencido a Remi y Sam para salir de fiesta, cada una estaba con su novio, todo estaba bien, hasta que Jack, el tipo con el que salía intento propasarse con ella fuera del local en uno de los callejones, para su suerte nadie pasaba por el lugar a esta horas. Jack estaba lo suficientemente ebrio como para que le importaría poco si su novia quería o no follar. Entre los jaloneos de la discusión él la estampo contra la pared y comenzó a manosearla, estaba aterrada, pero no podía con él; justo cuando comenzaba a darse por vencida, alguien lo alejo de un golpe. Cerró los ojos y se sentó en el suelo, su vestido estaba casi destruido y las lágrimas caían por todo su rostro, abrazo con fuerza sus rodillas, esperando que los gritos de Jack se detuvieran. Él la cubrió con su abrigo y le sonrió diciéndole que todo estaría bien y que la llevaría a casa, aceptó sin pensarlo, sólo quería irse de una vez. La dejó frente a la puerta de su departamento y se fue. Dos días después en el abrigo que le había dejado encontró su tarjeta, no dudo en llamarlo. Se encontraron un par de veces, él era amable y agradable, todo un caballero. Salieron en algunas ocaciones, durmió con él en otras más. Sin embargo aquello no duro más que algunas semanas, después de eso no volvió a verlo, siquiera recordaba su nombre, hasta ahora.

-Nunca sabes que planes tiene para ti-asintió de nuevo y una sonrisa se formó en su rostro, él se acercó a ella, demasiado para su gusto y susurro cerca de su oído-Russell-los vellos de su nuca se erizaron, era débil-jamás pensé volver a verte.

-¿Llevas mucho tiempo solo James?-había prometido que no intentaria seducirlo, lo sabía, pero no podía evitarlo, además en su defensa estaban las acciones de él, ella sólo seguía su juego.

-Más del que me gustaría admitir-beso su cuello y Anne lo supo, estaba pérdida. James fue, quizás, uno de los mejores hombres con los que había compartido sábanas.

Un par de golpes en la puerta del despacho en el que se encontraban lo hicieron recobrar su postura. La pequeña cabeza de Isela se asomó con una sonrisa.

-El abuelo llegó-corrió hasta su padre y se subió a su regazo, plantó un sonoro beso en su mejilla y se giró para verla con una sonrisa-él dice que quiere hablar contigo.

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Subió a su auto con una sonrisa en el rostro, William había aceptado y a partir de mañana tendría trabajo. Estaba feliz, demasiado feliz, le iba a probar a la creida de Anne que no la necesitaba. Encendió la radio y comenzó a cantar a todo pulmón cada una de las canciones que sonaban, poco le importaba sí se la sabía o no, estaba feliz y punto. Manejó hasta llegar a la casa de los hermanos Brown, por lo que sabía Karen ya debería de estar ahí y eso era bueno, así no tendría que pasar el resto de la tarde sola y aburrida.

Kiresa El compromisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora