Cásate conmigo

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¿Estaba muerta?

Se movió incomoda, le dolía el cuello y tenía una pierna dormida. Una pésima forma de comenzar el día. Abrió y los ojos con pesades y tardo reconocer el lugar en el que estaba, definitivamente no era su casa, ni su cama; pero conocía el lugar. Bien, quizás había bebido demasiado la noche anterior, la cabeza estaba por explotarle y ni siquiera recordaba lo que había hecho. Una mala señal.

Le costo un par de minutos salir de la habitación, realmente tuvo una pequeña pelea consigo misma, se debatía entre bajar o volver a dormir. La sed extrema que sentía termino por ganar la batalla. Entró a la cocina sin toparse con los habitantes de la casa y solo entonces se cuestiono la hora. Si sus cálculos no fallaban Karen ya estaba en el colegio y William posiblemente en la oficina, perfecto, podría irse sin dar explicaciones por el momento.

Se preparó una gran taza de café y un par de tostadas, estaba a punto de morir de hambre y eso, realmente no sería bueno.

-Parece que despertaste del coma-la puerta de la cocina se abrió dejando entrar a William, llevaba un traje negro y camisa blanca, bastante simple-¿cómo esta tu cabeza?

-Creo que sobreviviré-él asintió y se sentó a su lado en la barra-¿cómo llegué a tu casa?

-Tu lindo amigo Dann y si, antes de que digas algo, el apodo se lo has puesto tú no yo-rodó los ojos al escucharlo, ¿quién rayos era Dann?-me llamó para recoger a mi linda amiga inconsciente.

-Ajá-le dio un trago al café y se relajó un poco-¿por que no me llevaste a casa?

-Era un poco peligroso-lo miro sin comprender-no dejabas de repetir el como te habías tragado el anillo de Santiago-el color abandonó su rosto en cuanto lo escuchó, tenia que ser una broma-¿podrías explicarme?

-¿De qué hablas?-fijo su vista en la taza, podía sentir la penetrante mirada de William sobre ella. Definitivamente no podría salvarse de eso.

-Tienes dos opciones-lo miró-me lo dices ahora o llamamos a Santiago y se lo explicas personalmente-William colocó su teléfono sobre la barra y la miro.

-Puede que lo hiciera-suspiro-no estoy lista para eso, ¡entre en pánico!-se puso de pie-no es nada fácil, es decir, lo quiero y mucho-comenzó a dar vueltas por la cocina-pero no lo sé, no estoy lista, es muy pronto.

-Sam, respira-se detuvo y cerro los ojos-no te estoy juzgando, solo quiero saber si estas bien.

-Estoy aterrada-confesó-¿qué pasa si no lo hago bien? ¿y si no soy lo que él esperaba?-de todas las personas con las que había imaginado tener esa charla, William era la ultima de la fila-Santiago es demasiado para mi.

-Yo creo que es justo lo que necesitas-se acerco y volvió a sentarse a su lado-también creo que Santiago es lo suficiente maduro como para saber lo que quiere-le sonrió-él te ama y no creo que se arrepienta nunca, solo deja que fluya.

-¿Estas seguro?-asintió-él se merece a una mujer que sepa actuar en sociedad, a mi ni siquiera me acepta su familia, soy demasiado poca cosa.

-No te mentiría, esta podría ser la oportunidad que espere durante meses, el momento perfecto para pedirte que lo olvides-suspiro y fijo su vista en algún punto de la pared-pero no puedo, sé que él es todo lo que necesitas, no te dejaría ir tan fácil si no fuese así.

-Gracias-se acercó a él y lo abrazó con fuerza, sin duda William era el mejor.


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Cuando Natasha la llamó esa mañana no podía creer lo que la chica estaba diciendo, simplemente era imposible. Por esa razón salió casi corriendo del departamento, simplemente tenía que ser una broma, una maldita broma de mal gusto.

Kiresa El compromisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora