Capítulo 18

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—No, no, no, ¡NO! ¡Que alguien me ayude! ¿Qué hacen ahí viendo, tontos? ¡Vengan a ayudarme, por el amor a Dios!

La garganta me ardía de tanto gritar pidiendo ayuda e insultar. La mayoría de los que estaban acompañando la fogata al ver el pliegue de mi vestido quemándose salieron corriendo y otros solo que quedaban como unas marmotas viendo el fuego consumir poco a poco la tela, que por cierto, era de muy mala calidad.

William había quedado a mitad de oración cuando pasó el incidente. Él, por lo menos, intentaba ayudarme a mantener la calma, cosa que no estaba funcionando, claro.

—¡William! Por favor, ¡haz algo! —grité mientras corría en círculos, creyendo que el fuego así se apagaría.

—Dios Caroline, ¡no sé qué hacer! Ya fueron a pedir ayuda. —Yo mantenía la carrera en círculos creyendo que iba a detener el fuego y agitaba mis manos como si eso pudiera salvarme.— ¡Caroline! ¡Ya para! Correr en círculos no es la solución, ¡quédate quieta!

—¡Por el amor a Dios, William! Quedarme quieta solo va a hacer que el fuego suba más rápido —Estaba furiosa y agitada, y el calor de la llama me ponía de nervios.— ¿Sabes qué? No aguanto más.

William me miró sin entender lo que había dicho y me importaba poco, ya vería a lo que me refería.

Salí corriendo, el fuego curiosamente no se apagaba —ya creía yo que era una especie de brujería para hacer actos vergonzosos frente a todos— y la llama seguía consumiendo el vestido hasta el punto de verse el short que traía debajo. Eso era lo de menos, yo solo quería que el fuego se detuviera y preguntarle a William qué era lo que tenía que decirme. Aunque eso pasó a un segundo plano cuando me encontraba a un metro del lago, donde di un salto, que para mi fue mortal, y caí al agua fría.

Dios, eran casi veinte grados bajo cero, las piernas se me estaban congelando y mis labios comenzaron a partirse. Los músculos se tensaron por el frío, dejándome inmóvil en el agua helada.

No pasaron ni diez segundos cuando la inútil ayuda había llegado y estaba de pie frente al lago, mirando estupefactos como me retorcía en el agua.

—¡¿Qué mierda están mirando, idiotas?! ¡Vengan a ayudarme!

Con las piernas dormidas, hice el esfuerzo de moverme hasta la orilla, donde habían tres sujetos esperándome para alzarme y sacarme del agua. William estaba detrás de ellos, con una manta gruesísima. Cuando por fin estuve afuera, se acercó con rapidez y me cubrió con ella, y bueno, él también me cubrió.

Yo no sabía qué hacer: apartarlo de mí o abrazarlo fuerte porque sabía que un momento así no iba a repetirse jamás.

En medio de mi dilema, William se apartó y me quitó los cabellos mojados que tenía en la frente. Yo estaba titileando de frío todavía y el toque de William me hacía temblar aún más. Gracias a los dioses yo me moría de hipotermia.

—Estás loca, de verdad —susurró, mientras con sus manos frotaba mis hombros para proporcionarme calor.

—O me muero quemada o vivo aguantándome un frío de los tres infiernos —mencioné con ironía—. Todavía tengo cosas que hacer que no he tachado en mi lista "cosas que tengo que hacer".

Se rió. De mi chiste. De mi mal chiste. Del peor chiste que pudo haber salido de mi hermosa boca. ¿Es acaso este el mundo real? Mi subconsciente está bromeando conmigo, y William no se echó a reír, solo es una ilusión óptica.

Qué exagerada soy, todos se ríen si escuchan una broma de tan mala calidad. No te ilusiones, Caroline. Solo es un chiste.

William se apartó y me condujo hacia donde estaban todos. Por primera vez en mi vida, no se estaban riendo de lo que me ocurría sino que miraban con gestos de preocupación. Extraño.

Chica TorpeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora