Capítulo 4

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¡Ya es de tarde! Plan Busca un William comienza ahora.

La novia de Alan nos invitó a su casa. La mamá trabaja en un local donde hacen uniformes, dijo que tenía unos uniformes que su madre le había hecho a una empresa pero no se los habían recibido y termino tomándolos ella.

Era de los más sencillo: pantalón negro bota angosta,  camisa blanca manga larga con el nombre de una empresa en rojo y converse blancos.

Un uniforme que combinaba con nuestra edad y en realidad nos hacía ver como “encuestadores sociales”.

—A ver, repite lo que vas a decir —le dije a Alan.

Alan tomó de la cama una carpeta blanca y un bolígrafo. Comenzó a jugar con el bolígrafo entre sus dedos y tomó una posición firme.

—Hola —sonrió—. ¿Puedo hacerles un cuestionario?

—Intenta verte más profesional, cariño —le dijo su novia, que por cierto, se llama Vanessa.

Alan volcó los ojos y repitió la pregunta una y otra vez hasta que mandó todo a la mierda porque Vanessa no paraba de decirle que se tenía que ver más profesional.

Después de oír la discusión de Alan y Vanessa por media hora, salimos al centro comercial a comenzar con nuestro plan.

Una vez en el centro comercial, en la segunda planta, donde están todos los puestos de comida, Alan, Lucy, Vanessa y yo estamos, literalmente, en el centro de todas las mesas, de pie, armando un pequeño circulo entre nosotros con las carpetas en una mano y un bolígrafo en otra.

—Bien. Indicaciones a seguir —dije—: Sólo acercarse a chicos lindos, descartados los aborto de mono. Si pregunta para que es la encuesta dirán que es para ver cuál es la cosa más común entre los adolescentes de hoy en día. Y, si encuentran a más de un William le dicen que a... —miré mi reloj—. Las siete y treinta esperen aquí, en la plaza de comida. ¿De acuerdo? —todos asintieron—. Perfecto. Que empiece el plan Busca un William.

Coloqué mi mano en centro esperando que todos colocaran la suya pero el resultado fue miradas extrañas de parte de los tres.

—¿Qué? —pregunté aún con la mano extendida—. Quería que fuera como en las películas —hice un puchero—. Esta bien, comencemos de una vez por todas.

Volvieron a asentir y desaparecieron entre la gente.

De acuerdo Caroline, por dónde empezar... Fácil, el cine y los juegos, supongo que ahí hay mucho chicos lindos, en especial porque es viernes.

Último piso, tomé el ascensor, no se sabe si pueda encontrarme a un chico allí. Creo que me estoy tomando esto muy a pecho pero solo tengo una semana, ¡Una semana! Una semana para encontrar a un chico y restregarle a Hannah en la cara a mi William, aunque sea mentira.

Llegué al piso del cine. ¡Dios mío! ¿Por qué cuándo yo vengo al cine no me encuentro con esta chorrada de chicos más buenos que el pan?

Gracias Dios, encontrar un William será muy fácil.

Por dónde comienzo. Son demasiados. Empecemos por los más buenos. De aquí ninguno se salva.

Me acerqué al –que a mi parecer– es el más lindo. Traía puesta una camisa de una banda y un jean ajustado y unas converse. Bien, punto a favor.

—Disculpa —toqué su hombro para llamar su atención.

El chico me miró de abajo hacia arriba y posicionó su vista en la etiqueta en rojo que estaba en mi pecho.

—¿Puedo ayudarte? —preguntó con una sonrisa amable.

—Em... sí. Estamos haciendo unas encuestas a los adolescentes. ¿Te importaría colaborarme?

—Claro —respondió gustoso.

Caminamos a unas bancas para hacer la encuesta más cómoda.

—Bien. ¿Cómo te llamas? —abrí la carpeta y le saqué la punta al bolígrafo para escribir.

Teníamos bien planeado esto. Hasta imprimimos hojas para que se viera más real todavía. Cada uno de nosotros tenía alrededor de veinte o treinta hojas.

—Me llamo Christopher —empezamos mal.

—¿Edad?

—Diecisiete.

—¿Estás en la escuela todavía? —asintió—. ¿Cuál?

—Distrito del norte.

Todo lo que respondía lo plantaba en el papel en su respectiva casilla. Primero se preguntaba sobre él, lo básico. Luego lo que le gustaba hacer, cada cuánto salía, ya sea a fiestas, con amigos, etcétera. Después se le preguntaba si le gustaba algunas cosas –en realidad si le gustaba lo mismo que mí– y así.

Después de diez minutos terminé de encuestarlo y me despedí de él.

—Bueno, Christopher, un placer haberte entrevistado. Por favor, si puedes, preséntate en la plaza de comida a las siete y treinta —le sonreí.

—De acuerdo, adiós.

Bueno, se veía buena persona, de pronto si le dijéramos de que se trata podría hacerse llamar William. Había que intentarlo.

Ya eran las seis y quince y aún no encontraba a una maldita persona que se llamara William. Había encuestado casi a quince personas y ninguna se llamaba William. Hay que admitir que no es un nombre muy común pero ¡Dios santo! No es imposible encontrar uno.

Estaba cansada. Me tiré en una silla y llamé a Lucy.

—¿Haz encontrado algo? —pregunté frotándome la sien.

—Sí, de hecho encontré dos.

—Pero... ¿Cómo? Yo me acercado como a quince chicos y la mitad de ellos se llaman Alexander.

Lucy se echó a reír.

—Calma Caro. Alan también me llamó y me dijo que había encontrado uno. Y también me dijo que se volvería gay por ese hombre que se encontró.

Solté una carcajada, Alan como siempre con exageración.

Me despedí de Lucy y levanté mis esperanzas –que estaban a diez metros bajo suelo– y continué con la búsqueda de un William.


Estaba en la plaza de comidas esperando a que mis amigos llegaran y encontrarnos con los Williamy escoger el que más me guste.

Divisé a los tres chicos en una mesa cerca del puesto de McDonal's hablando seriamente mientras miraban sus hojas de encuesta.

—¿Y ustedes qué hacen? —pregunté al llegar, tomando el puesto libre al lado de Alan.

—Buscamos los candidatos más adecuados —dijo Lucy sin quitar la vista de los papeles—. ¡Oh mira! Este es bueno —le dijo a Vanessa mostrándole una de las hojas.

—¿Y bien? Son las siente y treinta y no veo a ningún chico aquí —dije señalando el lugar con mi mano.

Lucy arqueó una ceja y miró a Vanessa y luego a Alan. Después, sonrió y me señalo con la cabeza hacia el lado izquierdo de nuestra mesa.

Quedé estupefacta. Habían tres mesas unidas con una cantidad de chicos extremadamente guapos. Miré a Lucy, tenía diversión en sus ojos.

—No es posible que todos se llamen William —le dije.

—Obvio no —contestó—. Muchos se llaman Colin o Marcus... pero eso no es problema —sonrió ampliamente.

Negué con la cabeza divertida y me levanté de mi silla para dirigirme a las mesas con chicos lindos.

Muy bien Caroline, comienza la segunda etapa del plan.

Chica TorpeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora