capitulo 7

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La sigo, mi Diario querido:

Es así, nomas... De este mundo llevarás, panza llena y nada más, como dice Abulinda. ¡Exquisitas las empanadas árabes que preparó! Cinco me comí. Tengo cerebro de baca aunque por fuera parezca una lombriz. Bueno, el postre no lo probé (unas calorías menos son un par de calorías menos... matemática pura, como dice tía Beba).

Ahora la sigo. En la bolsa negra de los regalos de los parientes ( buen color eligió mi abuela para la bolsa de los parientes, negra, bien negra...) había baratijas de todo tipo.

Regalos importantes también. Carteras, remeras, ropa interior, un jean bordado con hilos de jean desflecados ¡espectacular! que mando tío Esteban (andaba por Caracas, de luna de miel con alguna novia, seguro, por eso no vino), un camisón (rosa...puaj... ¿Cuando se va a dar por enterada mi espléndida prima Sabrina que odio a Barbie? ). Más pulseras, más anillos, más collares. Va el colmo de los colmos: ¿Se puede creer que tía Celina me haya traído una muñeca de porcelana de adorno?... de esas con cara de lifting recién hecho y ojos saltones... Vestida enteritis de dorado furioso...¡si! Encima en la tarjeta decía "para que me recuerdes siempre"... claro que la voy a recordar, ¡por ridícula! Abu siempre se hace pis de la risa. Yo de rabia. ¡La plata que habrá gastado en esa porquería! (Es inexplicable que mi propio tío Omar, gobernado por esa gringa mamarracho y hermano de mi mismísimo padre, le haya permitido gastar un sólo centavo en ese cachivache). Lo único bueno que han hecho esos dos son a mis tres primos (los recontraquiero a Analía, Juan Marcelo y Milagros, lástima que viven tan lejos, allá en Litoral). Ellos reivindicaron a la familia y me trajeron una bombacha de gaucho, color tierra. Nunca me hubiese comprado algo así, pero me pareció súper original. Y me queda como pintada al cuerpo, ¡súper!.

El mejor regalo del mundo: la divina de la tía Beba me trajo, fotocopiada y encuadernada, su colección de cartas de amor, con fotos y todo. Adoro esas cartas. Desde pequeña me leía alguna luego de miles de ruegos para que me contará una y otra vez sobre su eterno enamorado, Beto, novio para siempre, como dice ella (un día se fue y no regreso jamás ). Tía nunca se volvió a enamorar y por eso se quedó solterona. Da la impresión de que aún lo espera, como penélope ( la del bolso de piel marrón ). Pobre.

Adiós amor mío, no me llores, volveré, antes de que los sauces caigan las hojas.

Para mí que Beto ya no vuelve, se cayeron todas las hojas del almanaque y del tipo ni noticias...
Sigamos. Otro regalo bien original (y de vieja): el de tía Helen, ¡un jarrito de bronce para hacer café a la turca!, que había pertenecido a sus abuelos. Ella esta llena de objetos encantados y misteriosos, como sacadas de los cuentos las mil y una noches.

Y ahora lo más extraño que recibí: una carta. En realidad una tarjeta de osos y corazones, de esas que te dan en los semáforos los chicos de la calle,a cambio de una moneda. Anónima. Con letra torpe, alguien me deseaba que fuera feliz, que se cumplieran mis sueños, que se alegraba de verme tan grande y bonita entre amigos y familiares... Tonteras por el estilo. Más allá de no estar firmada, lo que realmente me sorprendió es que abajo del "feliz cumpleaños" aparecía calcada (manualmente, como pasándole por encima con el grafito de la mina de un lápiz), la impresión de la misma medallita que yo escondí, y que dicen traía puesta cuando me adoptaron.

Abu la muros de un lado a otro, hizo un gesto de molestia y luego me sugirió que tirara eso, para que amargarse con boberías. Insistió con que lo importante siempre deja huellas. Si alguien bien intencionado tiñe algo que decir, lo hace de frente. No capté del todo, pero le arrebate la tarjeta a punto de hacerla un bollo. No quise romperla por que me intrigó.

Busqué esa medalla,en mi escondite del zócalo al borde de la escalera que sube al altillo, para comprobar mis sospechas. Y sí, era idéntica su forma, tamaño y la figura de la Virgen grabada.

¿Quien pudo saber donde la tenía guardada para hacerme esta broma? Mi papá es el único que conoce el lugar, pero hubiese tocado mi tesoro sin decírmelo al menos. No, él no.

Mis primos de Litoral también conocían mi refugio, pero cuando ellos pasaban sus vacaciones acá, yo escondía mi medallita en la cajita de música de mamá, por las dudas, porque una vez Analía, sin querér, mientras jugábamos con los azulejitos turquesa a formar figuras, dejó caer mi tesoro por los escalones y estuvimos tres días sin poder hallarlo. Casi me deshidrate llorando de la angustia, y desde esa vez, mamá me prestó su propio guarda secretos para casos de emergencia. Mis primos regresaban a litoral y mi dije a su guarida. Así siempre.

¿Pudo ser Sabrina?, mmm... venía siempre a casa a jugar cuando éramos chicas y la familia de mi vieja se instalaba en lo de Abu como si fuese su propia casa ( una pesada tía Kuky y ni que hablar de su hija, proyecto de Barbie... ¡Una pesada la nena!... Todo el tiempo andaba atrás mío, gritando, quería mis juguetes, se colgaba del cuello de mi abuela como si fuese suya... ¡Mas vale no acordarse!). Suponiendo que Sabrina supiese algo acerca de esta cadenita, no creó que le de el seso para tejer una intriga sin que se enteren en la CNN... ¡No! Ya lo sabríamos... ¡Sabrinamente! ¡Ja, ja!

No se me ocurre quien podría querer hacerme notar que mis secretos no están bien guardados. ¿Que secreto? Todos saben que soy adoptada. Ese no puede ser el motivo. Pero ¿a quien le puede importar adonde escondo yo algunas cosas?... Y ¡guarda! ¿Que cosas? ¡Por una cadenita de lata no van a estar tomándose la molestia de escribir ese mensaje en una tarjeta de cumpleaños! La verdad es que es una incógnita.

¡Basta de escribir! Me voy a probar la ropa interior que me regalaron y a escuchar los discos nuevos. Chau

Tuya siempre (para variar un poco, bah). Ceci

PD: Voy a pegar la tarjeta misteriosa acá, por si se me ocurren nuevas pistas.

El jamón del sándwichDonde viven las historias. Descúbrelo ahora