Mi pequeño Demonio. »[Rulexby]«

Capítulo 20

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Rubén's P.O.V:

No entiendo por qué está siendo así conmigo Alex. Después de abalanzarme hacia Frank para quitárselo de encima al pobre de Alex, Luzu y Cheeto me ayudaron a quitármelo de encima, pequeño hijo de puta sabe tirar sus golpes; pero no se fue tan limpio ya que yo también pude conectar unos cuantos.

Suspiré una vez más, apoyando mi frente en la puerta de Alex.

—Alex, te lo pido, sólo quiero decirte algo y es muy importante.

De verdad lo era, ni siquiera se lo imagina, y eso me da algo de alegría, pues me gusta ver su cara cuando se sorprende... como aquella noche. Suspiré ante aquellos recuerdos.

—Rubén, por favor, no hagas esto más difícil.– su voz me trajo a la realidad, y podía escuchar su voz quebrarse. Me frustraba de cojones no saber qué está pasando, el porqué de su comportamiento.

—¿Yo hacerlo más difícil? Alex, ¿sabes lo que estás diciendo? ¡Déjame entrar, coño!– pido entre dientes, frustrado.

—¡Hey tú! ¡No te muevas! No queremos hacerte daño.– escuché detrás de mí, giré mi cabeza y efectivamente, los seguratas se acercaban hacia mí lentamente. ¡Cojones de mono!

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Alexby's P.O.V:

Enderecé mi posición cuando escuché a los guardias. No pueden hacerle daño, ¡estamos en un hospital, ¿no es así?! Agarré la perilla de la puerta indeciso, mientras escucho a Rubén hacerse de palabras con esos tíos diciéndoles que le dejen en paz. 

Me siento horrible. Soy una persona horrible, pero no tengo otra alternativa. Al ver aquella fotografía de mis padres, me di cuenta de cuanto los extrañaba, y ahora ¡tengo una hermana menor! Tengo que protegerlos, pues ellos no son culpables por las estupideces que yo estoy cometiendo.

—¡Soltadme!– escuché a Rubén gruñir. —¡Vamos, Alex! No hagas esto, por favor.– gritó. —¡No me hagas esto!

—Vamos, hijo, no te resistas.– escuche a uno de los guardias.

—Yo sólo quiero hablar con él.

Y aquella pequeña grieta que escuché en su voz me quebró. Me eché a llorar mientras bajaba mi mirada. Le di un último apretón a la perilla para segundos después soltarla. Comencé a caminar hacia la cama cuando escuché una vez más su voz.

—¡Mangel me ha dicho la verdad!

Su clamor hizo que mi cuerpo se congelara. Arranqué la intravenosa de mi mano y abrí la puerta.

—Esperen.– pedí y aquellos dos hombres grandes y fornidos detuvieran su andar. Dieron media vuelta y pude ver como cada uno de ellos sostenían a Rubén por sus brazos. —¿Qué acabas de decir?– cuestioné mientras caminaba hacia ellos y los guardias se miraron por un momento y uno de ellos se acerca hacia mí.

—Tu... tu mano.– dijo y miré hacia donde el guardia señalaba. Estoy sangrando, pero no siento absolutamente nada. Me han intrigado las palabras de Rubén.

—No importa. Estoy bien.– dije serio, jamás irrumpiendo aquel intenso mirar de Rubén. Doy unos cuantos pasos más hasta quedar frente a él.

Rubén me mira a través de sus largas pestañas y mis rodillas se vuelven mantequilla. Ver esos cortes y moretones en su cara trajeron lágrimas a mis ojos, y saber que yo he sido la razón por la cual él está así de lastimado me hace pensar que el irme sería lo mejor para todos.