Capítulo 2

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—Buenos días, Linda.

Linda se sobresaltó y derramó un poco de café en la encimera. Afortunadamente no le llegó a caer en la mano. Dejó la cafetera y cogió una servilleta para limpiar el desastre antes de voltearse hacia Max, que la miraba con una pequeña sonrisa en los labios.

—Lo siento —dijo él—. No quería asustarte.

—No pasa nada, sólo me tomaste por sorpresa.

Volvió a coger la cafetera y vertió dentro de un vaso de papel hasta llenar la mitad. Después le siguió con la leche, ajena a los ojos pardos que observaban curiosamente cada uno de sus movimientos.

—¿Ese café es para Aleksander?

—Sí.

—Te sugiero que le eches más leche. A Aleksander le gusta sólo con unas gotitas de café.

Linda se quedó quieta, y lo miró, parpadeando desconcertada.

—Pero entonces sería lágrima.

Max se encogió de hombros y sonrió.

—Se lo he corregido un montón de veces, pero el muy cabezota continúa llamándolo café con leche.

Ella sacudió la cabeza y vació el vaso de papel en el lavamanos, para después echarlo al papelero. Cogió uno limpio y empezó a preparar la lágrima.

—Y... ¿Cómo estás? —preguntó Max.

—Bien. Hoy cumplo un mes trabajando aquí en la empresa, lo que significa que al fin van a pagarme —dijo feliz.

—Vaya. Un mes, ¿Eh? Como pasa rápido el tiempo. Enhorabuena, Linda. ¿Vas a celebrarlo?

—Sí. Con mis hermanos vamos a salir a cenar.

—Me alegro mucho por ti. En serio.

Linda sonrió. Pareciera que en verdad él estaba interesado en ella por la manera que le hacía preguntas sin esperar que le hiciese las mismas a cambio, aunque le resultaba difícil creer eso. No entendía por qué seguía viéndola en el trabajo los lunes por la mañana, con esta semana sería la segunda vez que la visitaba. Simplemente la saludaba, le hablaba por unos pocos minutos y luego se iba antes de que Aleksander llegara. Era extraño, pero Linda comenzaba a disfrutar de su compañía.

Max se arremangó un poco la manga de su chaqueta para ver el Rolex y suspiró.

—Bueno, ya me voy. Faltan cinco minutos para las ocho.

—¿Tan pronto?

Él alzó las cejas al detectar la tristeza en el tono de su voz, pero ella se recuperó carraspeando y cambiando de postura.

—Es decir, está bien. Que tengas un buen día Max.

—Tú también. Adiós —le regaló una sonrisa ladeada antes de girarse y caminar hacia la puerta.

Linda contempló su ancha espalda, caderas estrechas y hombros cuadrados, y sólo cuando salió de la cocina fue capaz de reaccionar.

Estaba colocando la tapa del vaso de papel, cuando Kate se asomó desde la puerta.

—El señor McCall viene subiendo desde el ascensor.

Asintió hacia ella y se apresuró en salir de la cocina con el café en la mano. Al llegar al vestíbulo, se plantó a un lado del mostrador al mismo tiempo que las puertas del ascensor se abrían, revelando a un hombre de mediana edad, que sostenía de la mano un maletín.

Lo Daría TodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora