Capítulo 10

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Kate estaba sentada en la silla de su escritorio detrás del mostrador, hojeando una revista ELLE mientras bebía de su café, cuando escuchó el tintineo del ascensor avisando que alguien venía en camino y entonces levantó la cabeza justo a tiempo para ver a Linda entrar. La siguió con la mirada hasta su propio mostrador, donde se desabrochó el abrigo y lo dejó en el respaldo de la silla antes de sentarse.

—Buenos días —dijo Kate, observándola y tratando de averiguar cuál era su estado de ánimo.

—Buenos días, Kate —murmuró—. ¿Cómo estás?

—Bien, ¿Y tú?

—Bien también.

—¿Segura?

—Sí —dijo concisamente, mirando fijamente la pantalla de la computadora en la espera de que Windows iniciara sesión.

—Mmm —volvió la mirada hacia la revista y la hojeó—. Oh, mira, aquí hay un vestido igualito al que te presté para tu cita con Max. La única diferencia es que éste es azul.

Linda se volvió hacia ella fulminándola con la mirada.

—No fue una cita.

—Lo que sea. Estoy tratando de sacarte información de lo que ocurrió ayer, porque no por nada Max llamaría preguntando por ti.

—¿Max llamó? —preguntó de pronto con interés.

—Sí, hace diez minutos. Quería saber si habías llegado y...

—¿Y... qué más?

—Dijo que quería hablar contigo, que no le cogías el móvil y que trataría de llamar más tarde. No habló demasiado, pero se oía acongojado.

La miró esperando ver cómo reaccionaba, pero Linda bajó la mirada y permaneció en silencio.

—¿Qué fue lo que pasó ayer entre ustedes?

—Bueno... —suspiró y se mordió el labio—. Él vino a mi departamento y estuvimos hablando, pero no terminó muy bien. Me humilló, Kate. Y de la manera más dolorosa.

—¿De qué manera?

—Es un idiota, con eso te lo digo todo.

Después se volvió hacia la computadora y empezó a teclear, aunque a Kate no le pasó por alto el hecho de que había comenzado a apretar los dientes.

—Linda —dijo Kate con cautela—. Sé que tu vida no ha sido fácil, y aunque haya cosas que no me has querido contar de ti, quiero que sepas que te considero una amiga y que aquí estaré por si algún día me necesitas. Espero que tú sientas lo mismo por mí.

Apenas había terminado de hablar cuando las puertas del ascensor se abrieron revelando a Aleksander, vestido de traje y sosteniendo su maletín de la mano. Se adentró al vestíbulo y avanzó hasta quedar al lado del mostrador de Linda.

—Buenos días, chicas. Linda, ¿Me puedes pasar mi agenda y... mmm, por qué no veo por ningún lado mi café?

Linda lo miró con los ojos muy abiertos, pero no dijo nada.

—Disculpe, señor McCall —se apresuró a decir Kate al notar que Linda era incapaz de moverse o pronunciar una sola palabra—. Nos hemos retrasado con unos asuntos pendientes, pero se lo traeré a su oficina enseguida junto con su agenda.

Aleksander frunció el ceño, pero asintió sin más antes de caminar directo hacia el despacho.

Kate se levantó para ir a preparar el café mientras dejaba que Linda recuperara la compostura, porque sabía que sus palabras le habían causado un gran efecto y que tardaría unos minutos en salirse de esa impresión.

Lo Daría TodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora