El jueves, a las ocho de la noche, Max estaba esperando a Linda fuera de su departamento, que curiosamente quedaba lejos si lo comparaba con las calles donde se bajó Linda de su auto cuando se ofreció a llevarla desde Clave de Sol. La había llamado, avisándole que ya llegó y que la esperaba dentro de su automóvil frente al departamento. Ella dijo que bajaría en cinco minutos.
Se miró en el espejo retrovisor; se había afeitado y peinado el cabello, pero sin parecer demasiado escrupuloso. Su vestimenta consistía en un saco y pantalones negros, camisa blanca y una corbata roja, que de pronto comenzaba a incomodarle. ¿Serán los nervios que le dificultaban poder respirar bien?
Entonces, observó que la puerta del edificio empezaba a abrirse y rápidamente se bajó del automóvil para acercársele.
Linda apareció luciendo radiante, bajando los escalones cuidadosamente para no caerse, ya que hacía tiempo que no usaba tacones tan altos. Traía puesto un vestido rojo de cuello redondo, sin mangas, que le llegaba arriba de las rodillas con una chaqueta de gaza color coral. En su cuello adornaba un collar de piedras preciosas, que brillaban bajo la tenue luz de la luna. Todo en ella resplandecía, pensó Max, que permanecía inmóvil de pie y sin pronunciar una sola palabra.
—Ejem —Linda sonrió tímidamente— ¿Te parece si voy bien vestida o es muy formal?
Él parpadeó un par de veces y carraspeó.
—No... o sea... sí —balbuceó—. Estás perfecta.
Ella sonrió aún más amplio, con la cara iluminada de alegría. Incluso en su mirada tenía algo diferente, pudo notar Max. El cabello lo traía atado en una trenza lateral que le caía hasta un poco más abajo del pecho, con cortos mechones acariciándole las mejillas. Mechones que él quería acomodárselos detrás de la oreja, simplemente para disfrutar del contacto de su piel.
—Gracias. Y tú, mmm —lo miró de arriba abajo, deteniéndose por más segundos en su pecho antes de mirarlo a la cara con ojos risueños—. Al parecer nos pusimos de acuerdo en venir combinados.
Max se rió entre dientes.
—No me había dado cuenta. Me gusta.
Sin dejar de sonreír, Linda se le acercó aún más, tanto que sus cuerpos llegaban a rozarse.
—Te ves guapísimo. Alana ha de tener mucha suerte por tenerte.
Lo había dicho sin siquiera pensarlo, porque era lo que sentía y era verdad, pero que a Max no le gustó para nada. Cambió de postura poniéndose rígido y apartó la vista hacia otro lado.
—Ejem, será mejor que nos vayamos. La reservación era a las ocho y ya estamos atrasados.
Ella asintió, demasiado absorta en sus pensamientos como para haber notado su cambio de actitud.
Caminaron hasta el automóvil aparcado al cordón de la calle y se subieron, los ojos de Linda contemplando el interior del BMW X6.
—Qué pasada. ¿Todos tus autos son así de impresionantes?
—Es algo que me puedo permitir —dijo, encendiendo el motor y poniendo el automóvil en marcha.
Linda no dijo nada, mirando al exterior tras la ventanilla y preguntándose cuánto sería lo que podía permitirse en comparación a ella.
—La dirección de tu departamento queda un poco lejos en comparación a la última vez que te vine a dejar.
—¿Cómo?
—Trader Joe's no te queda sólo a unas cuadras.
Linda se sonrojó al detectar la molestia en el tono de su voz, pero no lo miró a la cara.
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Lo Daría Todo
Roman d'amourLinda Phelps es una adolescente que cumplía los dieciocho cuando su novio, siendo dos años menor que ella, decide darle una sorpresa que la hará darse cuenta del indudable amor que siente por él. A Max Tucker no le importaba que su novia fuese pros...