Capítulo 6

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Benjamin abrió la puerta y la sostuvo abierta para dejar a Linda pasar. Murmurando un agradecimiento, ella entró y permaneció de pie en el vestíbulo mientras él cerraba la puerta a sus espaldas.

—Tienes un departamento muy bonito —comentó observando todo a su alrededor. 

—Gracias. Papá me ayudó con la decoración.

Benjamin se colocó detrás de ella y la ayudó a quitarse la chaqueta de cuero, para después colgarla en el perchero. Linda le sonrió tímidamente y caminó lentamente en el interior del departamento. Apenas alcanzó a dar unos cuantos pasos, cuando un perro adulto entró corriendo desde la cocina y se acercó hacia la invitada, olfateándola para guardarla en su memoria.

—¡Ooh! ¡Tienes un Bull Terrier! —Linda se arrodilló frente a él y le acarició la cabeza. El canino inmediatamente comenzó a menear la cola—. Es un perro hermoso. Y muy juguetón —rió cuando se echó boca arriba para que le rascara la barriga.

—Lo sé. Le encanta que lo mimen. 

—¿Cuál es su nombre?

Al oírlo titubear, Linda lo miró de manera interrogativa sobre el hombro, sin dejar de acariciar al canino.

—Tu perro. ¿Cómo se llama?

—Bueno....—respiró profundo por la nariz y aguantó. Luego, cuando sus pulmones estuvieron pidiendo a gritos un poco de oxígeno, exhaló todo el aire al mismo tiempo que decía:— Gourmet. 

Las caricias hacia el canino cesaron. 

—¿Qué? —se levantó y lo miró irónica—. ¿Me tomas el pelo?

—No —se encogió de hombros y hundió las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón—. Cuando era un cachorro lo dejé al cuidado de mi hermana por un mes mientras yo iba a Nueva York para asistir en un curso de cocina. En ese entonces todavía no se me ocurría un nombre para ponerle, y al volver mi hermana me dice que lo ha estado llamando Gourmet. Resultó que al paso del tiempo el perro no respondía a ningún otro nombre salvo por ese, así que se quedó. 

Ella sonrió, mostrando todos sus dientes y haciendo que sus ojos se achinaran. 

—Entiendo por qué tu hermana le puso así. Eres cocinero, tenía que llevar un nombre acorde a su dueño. Me gusta. 

Él se dirigió hacia la cocina y Linda lo siguió por detrás, con el perro pisándole los talones.

—No. Yo quería ponerle el nombre de Balto.

—¿Como la película? —preguntó, sorprendida.

—Sí. 

Linda se rió con ganas y Benjamin la contempló en silencio, embelesado de que pudiera verse aún más hermosa cuando reía. 

—Eres adorable —dijo, mirándolo risueña—. Yo también vi esa película durante mi niñez. 

—La verdad es que nunca antes la había visto hasta que un día mis sobrinas me convencieron de verla con ellas. Me gustó tanto que terminé comprando el DVD original de la película.

Ella rió aún más fuerte y él sonrió. 

—Te creo. Si yo hubiese tenido algún perro alguna vez lo hubiera llamado Slinky.  

Benjamin comenzó a sacar todos los ingredientes que ocuparían para cocinar de la despensa, y fue dejándolos sobre la encimera. 

—¿Nunca has tenido una mascota?

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