—Buenos días. Estás muy guapa hoy.
Linda se volvió hacia la voz masculina, y sonrió al encontrarse con Tyler, un joven de treinta años que estaba de pie a su lado mirándola con ojos traviesos, pero amigables. Era apenas la siete y media de la mañana del día lunes y ella esperaba el ascensor. Tenía el cabello rubio oscuro y sus facciones eran suaves, además de tener una atractiva sonrisa que arrancaba suspiros de la mayoría de las mujeres. Era un hombre con cierto encanto que sabía sacarle provecho a su físico, razón por la cual tenía fama de ser mujeriego. Había puesto los ojos encima de Linda desde el primer momento que la vio en la empresa y decidió ir acercándose lentamente para que se sintiera cómoda con su presencia antes de atreverse a dar el siguiente paso, pero ella ya conocía los hombres como él y no estaba interesada en tener ningún tipo de relación.
—Hola, Ty. ¿Cómo estás?
—Bien. ¿Y tú?, ¿Cómo estuvo tu fin de semana?
—Estuvo bien, no me puedo quejar. Por cierto, gracias por las flores. Me encantaron.
—Me alegra saber eso, puedes tomártelo como una iniciativa.
—¿Una iniciativa?
—Sí. Me preguntaba si es que te gustaría salir a cenar conmigo —dijo en voz baja.
Helena se sorprendió, no porque se atreviera a invitarla a cenar, sino porque jamás lo había visto apocado, casi cohibido. Cambió de postura y guardó silencio durante unos segundos antes de hablar dudosamente.
—Bueno...
Nunca tuvo la oportunidad de terminar lo que quería decir, porque de pronto un brazo fornido pasó por encima de sus hombros haciéndola sobresaltar. Al volverse, se encontró con Max, que estaba en una postura bastante relajada con la mano colgando de su hombro y mirando con ojos examinadores hacia Tyler. Su actitud, tan familiarizada y cómoda tomó por sorpresa a Linda, quien solamente acertó a parpadear desorientada aun así cuando Max se inclinó para hablarle al oído.
—He venido temprano para pasar y decirte hola, ¿Cómo estás?
Linda se estremeció por su voz que le acariciaba cerca del cuello, pero algo en el tono le indicó que no estaba del todo tranquilo. Hablaba entre dientes y tenía la mandíbula apretada. Tyler carraspeó, y cambió de postura esta vez dirigiéndose hacia Max.
—Max, un gusto verte en la empresa. ¿Conoces a Linda desde antes?
La mirada de frialdad que Max le dirigió incomodó tanto a Linda como a Tyler.
—No me tutees.
Tyler asintió y vaciló.
—Lo siento, señor Tucker. Yo... —sacudió la cabeza, luego miró a Linda y suspiró—. Te hablo más tarde, que tengas un buen día —y dicho esto, se volteó y empezó a caminar en dirección a las escaleras.
—Espera —Linda hizo ademán de alcanzarlo, pero las puertas del ascensor se abrieron y Max la retuvo.
—Vamos —dijo él, cogiéndola del brazo y llevándola al interior del ascensor.
Al entrar junto con la demás gente, como de costumbre, se hizo el silencio por la presencia potente de Max. Pero Linda, que temblaba por rabia retenida, no aguantó mucho tiempo para que de pronto se atreviera a abrir la boca, y no precisamente para hablar con delicadeza y mesura.
—¿Por qué hiciste eso?
Él frunció el ceño.
—¿El qué?
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Lo Daría Todo
RomanceLinda Phelps es una adolescente que cumplía los dieciocho cuando su novio, siendo dos años menor que ella, decide darle una sorpresa que la hará darse cuenta del indudable amor que siente por él. A Max Tucker no le importaba que su novia fuese pros...