Uroboros

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«¿Siempre te has creído "El Macho" o solo son ideas mías?» pregunta La Chica.

«Pues sí, creí que el mundo caería a mis píes gracias a la fortuna que amasaba y como mi negocio crecía, mas lo creía, hasta que me estrellé de frente.» respondí.

«¿Tu mismo te estrellaste solito o te empujaron?» preguntó.

«Yo tropecé y caí, sin nadie que me hiciera zancadilla.» dije.

Un día manecí de muy malas pulgas, fue uno de esos días que si empieza mal, terminará peor.
Al despertarme me sentí cansado, como si un tractor me hubiese pasado por encima y aparte de eso como si me hubiesen cortado el cuerpo en dos, el maldito dolor de mi espalda había vuelto más intenso, sin previo aviso me dejó paralizado, sudando y remontándome a tiempos falsamente esperanzadores.

No me iba a dejar vencer, no esta vez, así que con las fuerzas que tenia me alcancé a sentar en el borde de la cama.
Mis piernas estaban tiesas, no tenia ni pizca de movilidad, les hice masajes, traté de flexionarlas con mis manos, hasta las golpee, pero estas nos reaccionaban.
No me daría por vencido, no me dejaría tumbar otra vez, así que respirando profundo, recostándome otra vez y esperando a obtener reacción de mis piernas.
En ese momento empiezo a recordar a la mujer que amé, aquella que me hizo superar esta dura etapa de mi vida que hoy se vuelve a repetir.
Quiero sacarme de la cabeza esas imágenes que vuelven a mi mente, que me muestran lo bello y cruel de mi pasado.

Después de un par de horas acostado siento ligeras corrientes eléctricas que recorren mis piernas las cuales se reflejan en movimientos involuntarios en mis píes. 

«¡Sí!» grité varias veces.

Empecé a realizar pequeños ejercicios que me permitieran mover mi cadera y mi espalda, cómo si trabajara oblicuos en un gimnasio.
Después intentar sentarme de nuevo y lo logré. Lo más difícil seguía, ponerme de pié.
Puedo jurar que sentía como la sangre corría a presión por mis extremidades inferiores.
Primer pie, firme en el suelo, segundo pie, error en el sistema, reinicien proceso.
Primer pie, firme en el suelo, segundo pie... Cargando... Firme en el suelo.

«Bien, ahora lo más difícil.»

Mis manos están aferradas al borde de la cama, inclino mi cuerpo para atrás un poco tomando impulso y ahí voy.

«¡Ahhrg!» grito desgarrador que sale con fuerza de mi ser.

Abro mis brazos buscando equilibrio y soportando el dolor.

«No caigas, no caigas, no caigas...» me repito varias veces.

Estabilidad estando de pie en un 85% y con mucha dificultad, ahora a caminar al armario.
Dar ese primer paso fue una tarea bien delicada, debido a que no podía levantar la pierna así que me tocó arrastrar el pie con cuidado para no terminar haciendo un split en el suelo de mi cuarto.
A rastras como un anciano pude llegar al citofono de la cocina para pedir un taxi.

«Digame patrónresponde el celador.

«Cela, hey Cela, necesito un taxi urgente brother.»

«¿No sacará la Raptor patrónpregunta el Celador.

«Hoy no Cela, voy para otro lado... ¡Ahhrg!» el dolor me atacó de nuevo, como una puñalada que revienta mi espalda y deja al descubierto mi columna vertebral.

«¿Patrón?, ¿patrón?, ¿qué le pasa patrónalcancé escuchar estando en el suelo.

Quedé inmóvil, otra vez era un bueno para nada que era cargado como un bulto que han de desechar.
El celador y uno de los aseadores del lugar abrieron a la fuerza la puerta, me encontraron en el suelo, casi desmayado. De ahí no recuerdo más, hasta que vuelvo a reaccionar en una clínica, con mi madre a un costado de la cama rezando un rosario.

Mis Secretos SexualesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora