Los niños que vivieron

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Vernon Dursley dormía, después de un día raro y estresante. Todo Privet Drive, ignoraba que en aquel momento, un hombre muy extraño apagaba las luces de las farolas un objeto sacado de su túnica. Era alto, delgado, con barba y cabellos plateados, túnica roja, sombrero de punta y la nariz torcida, como si se la hubiera roto alguna vez. Su nombre era Albus Dumbledore. En ese momento, Dumbledore se fijó en una cosa: un gato lo miraba. Sonrió.

-Buenas noches, profesora McGonagall- dijo mientras desenvolvía un caramelo de limón. Cuando miro de nuevo, ya no había gato, pues una mujer de pelo negro y capa verde esmeralda había ocupado su lugar.

-Buenas noches, profesor Dumbledore. Quería confirmar si era verdad los rumores sobre los Potter... Y Vo-Voldemort.-dijo la mujer, expectante. Dumbledore se puso triste.

-Me temo que sí, Minerva. Lord Voldemort irrumpió anoche a casa de los Potter y...mató a Lily y a James. Sin embargo... No pudo matar a Janet y Harry.

-¿No pudo matar a dos bebés? ¿Después de todo lo que hizo? ¿Cómo es posible?

-Solo podemos especular. Quizá nunca lo sepamos. He venido a dejar al joven Harry con sus tíos.

-¿Qué? ¡No puede hacer eso! Pero... ¿Qué pasará con la chica?

-Janet será criada en Hogwarts. Es algo que no puedo explicarte, Minerva. Hoy no. Ahí viene Hagrid.

Un hombre gigantesco, con barba y pelo enmarañados, llegaba volando en una moto con un revoltijo de mantas.

-Aquí está el chico. Se quedo dormido mientras volábamos sobre Bristol.

Observaron al niño. Era pequeño, con una mata de pelo negro y una brillante cicatriz en forma de rayo en la frente. Harry Potter.

-Oh... ¿La niña también tiene una... Cicatriz así?-dijo La profesora McGonagall.

-En efecto Minerva, pero no en la frente- dijo Dumbledore mientras depositaba una carta entre las mantas. En esa carta explicaba todo a la familia. Todo.

-¿Puedo despedirme?-dijo Hagrid. Dumbledore asintió. -Adiós... Harry... Nos volveremos a ver- entonces lloró-¡Pobres... niños!

-Lo se, Hagrid, lo se.- dijo Dumbledore. -será mejor que nos vayamos. Aquí no pintamos ya nada- McGonagall y Hagrid asintieron y se fueron. Dumbledore devolvió las luces a las farola . Luego volvió la cara al bebé que estaba en el umbral del número 4.

-Buena suerte, Harry. Te estaremos esperando.

Y se esfumó.

Harry dormía plácidamente, sin saber que su hermana también dormía al otro extremo del país. Ambos ignoraban la existencia el otro. Ambos ignoraban que él aguantaría durante años a su ruidoso y pegón primo Dudley, mientras que ella tendría una infancia feliz, entre chicos mayores y escobas voladoras. Ambos ignoraban que en ese momento, en reuniones secretas por todo el país, exclamaban alzando sus copas:

-¡Por Harry y Janet Potter, los niños que vivieron!


Harry y Janet Potter y la Piedra Filosofal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora