El Espejo de Oesed

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-Sé en que estáis pensando.-dijo Ron, mirándoles fijamente. Estaban en la mesa de Gryffindor, desayunando. Era una suerte que no hubiera el habitual bullicio.
-¿A qué te refieres?-preguntó Harry, volviendo al mundo real. Tanto su mente como la de su hermana volaban al aula, con el reflejo de sus padres sonriendo. Janet estaba muy rara, no hacía sus bromas habituales y no sonreía de lado, como solía hacer. Además, Ron les había estado hablando durante un minuto y no habían escuchado nada.
-Sé que queréis volver al aula del espejo esta noche.-contestó Ron, severamente.-No vayáis.
Harry y Janet se miraron con complicidad. Nadie les iba a impedir ver a su familia.

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Harry y Janet iban camino al aula. Iban a pasos apresurados, y lo cierto es que a la chica le sorprendía que no los hubieran oído. Pero claro, no los verían, porque llevaban la capa.
Entraron en el aula, se quitaron la capa y sin mirar a ningún lado, se fueron directamente frente al espejo.
Allí estaban sus padres, sonriendo y saludándolos felices. Janet y Harry sonrieron, listos para pasar otra noche con sus padres. Entonces...
-Conque otra vez aquí, ¿eh, chicos?
Janet gritó de la impresión, y miró a atrás, caso fracturándose del cuello, como su hermano.
Era Dumbledore.
-No... No lo habíamos visto, señor.-balbuceó Harry.
-Es curioso lo miope que se vuelve uno cuando quiere.-contestó el anciano profesor. Janet estaba muda de la impresión.-Así que, como muchos antes que vosotros, habéis caído frente a los encantos del Espejo de Oesed.-prosiguió Dumbledore.-Y os querría preguntar que creéis que os muestra el espejo.
Janet dudó.
-Nos muestra lo que queramos...
-Sea a lo que sea...-concluyó Harry.
Dumbledore les miró bonachonamente, detrás de sus gafas de media luna.
-Sí y no. Mirad, si el hombre mas feliz de la tierra se mirara en él, se vería tal y como es. Nos muestra, ni mas ni menos, que el mas desesperado deseo de nuestro corazón. Vuestro amigo Ron, el menor y eclipsado por sus hermanos, se ve a si mismo, mejor que todos ellos. Vosotros, huérfanos, veis a vuestros padres. Por eso podéis verlos estando juntos en el espejo, y si uno se quita, el otro seguirá viéndolo ahí, porque también desea que esté ahí, dado que vuestro deseo es estar todos juntos.
Janet fue al espejo.
-¡Vaya, pues sí te sigo viendo!-le dijo a su mellizo. Harry también lo comprobó, y volvieron junto a Dumbledore.
-Ahora, os digo que el espejo será trasladado mañana a un nuevo hogar, y debo pediros que no lo busquéis. El espejo puede ser maravilloso, pero nunca os mostrará conocimiento o verdad. Muchos hombres se han consumido frente a él, embelesados con la imagen que tenían en frente. No está bien soñar, chicos, si os olvidáis de vivir.-les dijo el profesor, mirándolos penetrantemente con sus ojos azules.
Los chicos asintieron, pero Janet dio voz a los pensamientos de ambos.
-Profesor... ¿Qué ve usted en el Espejo de Oesed?
El anciano le miró.
-Me veo con un par de calcetines de lana.-contestó. Los hermanos le miraron incrédulos.-Nunca me han regalado calcetines por Navidad. Se empeñan en seguir regalándome libros.-el mago suspiró.-Creo que debéis marcharos ya. Buenas noches, chicos.
Ambos se despidieron del profesor y se fueron hacia la torre de Gryffindor. Entraron en la sala común.
-Bueno, que descanses, hermanito.-le dijo ella, revolviéndole a su hermano el ya despeinado cabello. Ambos sonrieron, Janet una sonrisa completa (solía hacerlas de lado) y se fueron a sus habitaciones.
Janet llegó a la solitaria habitación. Agradeció que hubiera ido en pijama hasta la habitación del espejo. Harry se había llevado la capa esa vez, así que no tenia que guardarla esa vez.
Se preguntó si Dumbledore había sido sincero al responder a la pregunta de lo que veía en el espejo. Pero es que, pensaban ambos hermanos mientras se metían en la cama, (uno sacando a Scabbers de ella) había sido una pregunta muy personal.

Harry y Janet Potter y la Piedra Filosofal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora