A través de tu mirada

Sexto Día

"te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde, te amo directamente sin problemas ni orgullo: así te amo por que no sé amar de otra manera"

-Pablo Neruda.

El sábado llego, desperté tarde, me sentía ansioso por el recuerdo del papel, debía ir a comprar los víveres de la semana, surtir la despensa, me duche y cogí unos jeans algo rotos, me acomode una playera blanca y me puse los tenis negros de bota alta, mi cabello algo largo por la parte de arriba mostraba un poco lo que antes pertenecía a una mohicana, camine al súper que estaba a varias calles de mi casa, agarre lo necesario, frutas, verduras, cereales, carnes, cosas para la despensa, me compre una botella de vino blanco barato pensando en la carne, también pensé en tomar una copa celebrando el haber conocido a esa mujer que me acompañaba todas las noches después de verle partir en el tren.

Volví a mi casa, y prepare la comida mientras veía un programa de concina intentado seguir la receta al pie de la letra, esperando lograr el mismo producto que el chef mostraba, no siempre lo lograba, pero sabían bien y eso bastaba.

Comí y limpie de nuevo el lugar tratando de matar el tiempo, busque un libro, ese que deje abandonado en los estantes, García Márquez era uno de los grandes autores que me atrapaban, leí la mayoría de sus obras, cien años de soledad me intrigaba y al comenzar a leerlo tuve que abandonarle por que el trabajo no me permitía el lujo de la lectura.

Al comprarlo creí que le leería de un tajo, aun recordaba al coronel Aureliano Buendía y toda la variedad de personajes que le rodeaban, el temor a que generaciones futuras nacieran con cola de puerco por que los padres de este se casaron siendo primos.

Releí el capítulo que tenía marcado y continúe enfrascándome en la lectura, recobre el sentido de la lectura perdido en la vida laboral, seguí leyendo empapándome más de los Buendía, de la narrativa de Márquez, se dieron las cuatro, comí un poco y me arregle, buscando verme presentable ante sus ojos.

Camine a la parada de autobuses, no podría pagar las dos idas en tren sin sacrificar un día en él y eso no era una opción, así que decidí emplear el autobús, tome el de ruta directa al centro con un papel en el bolsillo del pantalón, era para ella y esperaba que era respondiera igual que yo, veía pasar las calles, el viendo como el autobús me acercaba cada vez más a ese momento que tanto esperaba día con día.

Llegue a las calles del centro, aún era temprano, daban las cinco y no tenía mucho que hacer, la vería hasta las seis, me dispuse a vagar por las calles, observe a unos niños cantando, lejos de ahí al caminar había algunos jóvenes, unos más grandes otros más chavos que yo, practicando y bailando capoeira, me asombraban sinceramente, les observe unos momentos y seguí caminando viendo a la gente que paseaba, en sábado las personas salían de sus hogares para dirigirse a esa perla que nos distinguía a todos los tapatíos, y ahí estuve un momento, apreciando mi alrededor empapándome de esa calidez de las ciudades mexicanas, observando a mi gente, mi sangre, mis raíces, parte de mi identidad era este país, hecho innegable y yo estaba orgulloso de ello, vi pasar una manifestación y me alegre, la gente que se alzaba en protesta era gente que exigía, que defendía sus intereses, sus derechos, peleaban por la inclusión, por la igualdad, por el planeta, las causas eran muchas y les defendían con el mismo temple.

Faltaban quince a las seis, no soportaba seguir así que me encamine hacia la estación del tren, subí hasta la estación haciendo como diez minutos, llegaba temprano y lo sabía, entre y pague, ella aun no llegaba, me senté en una banca del andén, no había mucha gente aún, pero poco a poco iban llegando apresuradas para que no les alcanzara la noche en el trayecto, unos provenientes de la escuela y otros de paseos, todos tan diferentes entre ellos, mundos diversos se mostraban al buen observador sin velos, poco notaban la riqueza que se observaban en las aglomeraciones.