EL RENACER DE UNA NUEVA PERSONA

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"de amor uno se muere tantas veces, que hasta aprende a resucitar y a levantarse y vuelve a decir "te Amo" suicidamente..."

-Andrés Castuera

La noche cubría el camino, las estrellas adornaban la bóveda celeste ennegrecida, la carretera se encontraba desierta, nadie más transitaba por ahí, yo era el único que conducía a esas horas, conducía hacia un nuevo destino, los kilómetros aumentaban, la distancia se hacía más notoria, su recuerdo me invadía, llenado el vacío del trayecto, marcando sus sonrisas, sus ojos, esas miradas que me atrapaban contra los cristales.

Me perdía en mis pensamientos, me dolía su recuerdo, todo era muy reciente, la energía de seguir apenas era suficiente para motivarme a dejar mi tierra y buscar algo mejor, ella era la creadora de esta nueva persona y no estaba para contemplar su obra.

El trayecto siguió, mi destino se acercaba.

Poco días después llegue a Quintana Roo, había parado en distintos lugares, visitado poblados que antes no conocía, veía la vida con nuevos ojos, no solo quería conocer mi México querido, no, quería conocer más, quería viajar y ver el mundo, y eso precisamente, era lo que planeaba hacer y para hacerlo debería esforzarme aún más.

* * *

Me encontré con óscar días después, su departamento estaba bajo el mío, la zona residencial donde nos ubicaron, era un complejo vanguardista con grandes lujos y comodidades, gimnasios, albercas, áreas verdes, eran sin duda algunos de los beneficios del lugar, la mayoría de los empleados Vivian dentro del complejo, a unos minutos se encontraba la playa, había realizado una de mis metas, vivir en la playa o cerca de esta, el futuro se veía prometedor para quien deseara tomar las oportunidades que ofrecía, sin duda yo estaba más que dispuesto a hacerlo.

Los días se volvieron aún más interesantes después de iniciar las jornadas laborales, óscar y si familia sin duda disfrutaban del cambio, estaban muy felices y realmente merecían estarlo.

Mi rutina era inquebrantable, madrugaba y corría por las áreas verdes, hacia una hora degimnasio y me duchaba para ir a trabajar, la oficia era un refugio, el trabajo cargado adormecía el dolor que sentía y difuminaba su recuerdo, trabajaba dos horas más de mi horario y aun así salía temprano, volvía a mi departamento y tomaba mi mochila de playa, nadaba o leía un libro cerca del mar, volvía cuando la luna se alzaba en lo alto y me dejaba invadir por ella atrayéndome a la tierra de Morfeo, dejándome abrazarla, consolándome por su ausencia.

Algunas noches le veía inerte, pálida, tirada, mi corazón se aceleraba y despertaba gritando, temiendo, me tranquilizaba de apoco y le volvía a llorar.

Los días trascurrían y apenas tenía noción de ellos, salvo para cuestiones laborales no me molestaba en consultar la agenda o el calendario, disfrutaba lo que podía del día y esperaba el siguiente sin importar cual fuera y que deparara.

Tenía ya seis meses ahí y jamás había salido a conocer el lugar, siempre hacia lo mismo y lo disfrutaba, era la rutina más placentera del mundo, me daba lo necesario para seguir y me permitía evocarla en las noches, aun no quería dejarla ir, aun no estaba listo.

Suplicaba al tiempo que en momentos se detuviera y me dejara llorarle eternamente, pero después recordaba su petición, me levantaba y seguía a delante aun con el alma en girones, lo hacía, seguía por ella.

Algunas veces vi a mi madre, ella siempre me consoló y aceptaba mi dolor, reconocía el esfuerzo y no me forzaba a nada, sabía que en algún momento el dolor cesaría hasta ser soportable y podría reanudar esa parte de mi vida, le agradecía enteramente su presencia y apoyo, era parte de lo poco que me quedaba y agradecía poder conservarle aun.

A través de tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora