Segundo Día

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"el alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada"

-Gustavo Adolfo Bécquer


El día pasaba lentamente, el trabajo se mostraba igual de inclemente, el teléfono no paraba de sonar, anhelaba la hora de salida, pero no era como los días anteriores, era diferente, se sentía en el aire, al llegar al trabajo ni siquiera note al guardia de seguridad, el trabajo aunque insoportable no lograba molestarme como lo hacía a diario, incluso el jefe noto un cambio en mí y en efecto a este me saludo de manera cálida, como se saluda a quien no se reconoce desde hace tiempo.

Se dio la hora de la comida, esa hora era nuestro pequeño oasis laboral, los compañeros habituábamos utilizar esta hora no solo para los alimentos, sino también para nuestra recreación, y sin duda alguna lo que nunca faltaba eran los albures, unos a otros comenzaban de una plática informal y sin sentido incluso las pocas mujeres que laboran ahí entraban en el juego y unas más filosas que algunos compañeros lograban hacerlos temblar y caer en sus albures, les ridiculizaban y nos mofábamos de ello, algunos indignados, aun sentados en el machismo mexicano les mandaban a la chingada y les decían que deberían irse a tortear, eso no hacía más que incrementar las risas de los demás, pues se notaba a leguas el enojo, era palpable la humillación que sufría ese hombre y no la podía evitar y ellas, para nada ofendidas por el comentario solo atinaban en burlarse aún más.

Aun así con todo lo que me podría gustar la hora de la comida, no fue igual, me sentía apartado, ajeno, las risas de mis compañeros no lograba despertar el ánimo en mi para unirme a la charla, era como si estuviera en otro lugar, continuamente aparecía en mis pensamientos, ella, tentándome a verle, pero no le vería jamás, no pensaba ir al tren y aun si fuera no le vería eso era seguro.

Volví al trabajo, necesitaba ocupar mi mente, deje que me absorbiera, que me perdiera en las necesidades de la empresa, en la atención a los clientes, me enfrasque, perdí la noción del tiempo, me concentre como nunca lo había hecho y aun así entre espacios me asaltaban sus ojos en los pensamientos, revolviendo ideas, no pude más, se dio la hora de salida y me sentí dichoso.

Me dirigía al centro, necesitaba esa paz que me brindaban sus calles, necesitaba la esperanza que dibujaba sonrisas en las caras de los mexicanos, iba caminando y me alcanzo óscar, los compañeros se dirigían a casa de otro, celebrarían decía, que el viejo cabron, el jefe, les diera el sábado como día de descanso con goce, al parecer el viejo quería quedar bien o parar las renuncias por los malos tratos y el exigente horario, como sea, no me sentía con el ánimo de aventarme una pisteada, no entre semana, mi cabeza seguía revuelta y no lograba encontrar la punta de esa madeja de hilos que se volvieron mis pensamientos.

Me negué, le agradecí pero me negué rotundamente, óscar, uno de los pocos que sentía más como un amigo que como un compañero, uno de los pocos con esa sabiduría de quien no necesita palabras para descubrir cuando algo oscurece el alma de los demás, me miro, pero no como lo hacía a diario, era una mirada cargada de sentimientos y no es que nos gustemos, solo que el sabia mostrar con los ojos lo que debía callar con la boca, parecía sombrío, como escudriñando en mi alma a través de mis ojos, sonrió tristemente y negó, él, él encontró el hilo de mis pensamientos.

-----te clavaste cabron, y eso, eso no saldrá bien---- dijo tristemente como quien sabe predecir el porvenir, y con un certero tirón deshizo la madeja en mi mente aclarando todo a mi alrededor y mostrándome el significar de su profecía.

Se fue y me dejo en una banca, sentado, ahogándome con sus palabras, fortaleciendo mi promesa, estaba decidido, me levante y camine hacia la parada de autobuses, había caminado ya varias calles tratando de dejar de lado esa sensación que me oprimía el pecho cuando sonó el reloj de la catedral, anunciaban las siete de la noche, en ese momento, el campanear con cada golpe resquebrajo mi fortaleza, se burló de mi promesa y mis intenciones y cual herido busca con urgencia un hospital.

A través de tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora