DOCEAVO DÍA

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"espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad"

-Jaime Sabines.



El sol salió, pero mi corazón estaba helado, no bastaba de su luz, ella no estaba y nunca sería igual, necesitaba despejarme, olvidarme del dolor, me arregle y me dirigí a la parada de autobuses, debía ir a trabajar, lo necesitaba.

El trayecto me mostraba a mi gente como cada día, me mostraba la belleza de la fortaleza mexicana, pero yo ya no apreciaba, todas esas luces que antes notaba ahora se encontraban apagadas, solo veía oscuridad, solo veía tristeza y dolor donde quiera que miraba, no había nada más, eso era lo que me rodeaba, lo que deje que me rodeara y lo acepte sin renegar.

El recorrido era el mismo, llegue al trabajo y apenas salude, entre y me dirigí a mi escritorio, necesitaba distraerme en algo, revise los documentos y comencé a analizar.

Me enfrasque en mis labores, no hablaba a nadie, me concentre al máximo en mis labores, no quería pensar en ella, necesitaba olvidar todo y lo haría trabajando hasta el cansancio.

La hora de la comida llego, mis compañeros partieron al comedor, el eco de sus voces sonoras me llegaba invitándome a unirme, pero no podía hacerlo, nada tenía gracia ya, ella se había llevado las sonrisas de mi vida.

Óscar se acercó, le observe y pregunte como estaba a lo que contesto que mejor que yo, él sabía que algo pasaba, suspire y le dije parte de la historia, asintió como un sabio, él sabía que era por una chica, le conté que había muerto y como por temor no me acerque a ella, me abrazo, se unió a mí en mi dolor, él era como mi hermano y me estaba demostrando ese cariño reciproco, se lo agradecí con el alma.

El jefe se acercó y óscar se despidió retirándose al comedor, no lo medite, sabía lo que debía hacer, ya nada me ataba, acepte el ascenso y se lo notifique al jefe, me dio algunos detalles y me informo de mi reubicación dentro de la semana que vendría, estaba hecho, me alejaría, dejaría atrás ese tren que me lo dio todo y me lo arrebato.

El jefe se retiraba cuando volteo: — Sea lo que sea, espero estés bien hijo— dijo con cariño, — ya verás que el cambio te servirá para bien— asentí y tome un documento para revisar.

—A propósito, quería saber con discreción, quien crees merece un ascenso igual, tengo un candidato pero necesito saber si es el correcto— comento acercándose nuevamente a mí.

Lo pensé por un momento y le observe, sin duda solo pocas personas se lo merecían y yo conocía a la que se lo merecía más.

 —No es porque sea mi amigo señor, pero desde que yo entre él ha sido mi ejemplo, es un hombre trabajador y siempre está ahí apoyando a los demás, no solo en lo laboral, sino en todos los aspectos, Óscar es el hombre que usted necesita, si me lo pregunta a mi claro— el asintió, sonrió y partió.

Termine mi trabajo y salí, debía dejar todo en orden antes de mi partida, estaba haciendo algunos planes cuando recibí una llamada, era óscar.  

—Hey hombre espero que estés bien de verdad, sabes que si puedo ayudarte me lo puedes decir— sonreí 

—Gracias lo sé, ya estaré mejor ya verás— le conteste aun apesadumbrado

—Quería contarte algo, no eres el único que se va a Quintana Roo, te hare competencia amigo, así que más vale que trabajes mucho— comento con tono de broma, una sonrisa se escuchaba en su voz, sonreí igual, el sin duda se lo merecía. —Por cierto gracias, sé que me recomendaste con el jefe, gracias hermano— negué, le dije que solo le di mi opinión, el jefe ya había tomado su decisión, nos despedimos, ya no lo vería hasta dentro de dos semanas, yo arreglaría algunas cosas y partiría por carretera, el volaría hasta allá con su familia, era algo nuevo para los dos.

Nuevas oportunidades se nos mostraban, el mejoraría, yo trataría de seguir adelante, lo haríamos juntos, ya no iba solo, mi hermano se iba de aventura conmigo, una nueva vida nos aguardaba.

No sé cómo llegue a mi casa, el trayecto paso en una nebulosidad como lo hacía todo desde la carta, me sentía perdido, nada me llenaba y solo buscaba como salir del hoyo, mi frente tocaba la puerta, mientras me decidía a abrir, cuando por fin lo hice, la recepción no hiso más que acrecentar la ansiedad, ese ya ni siquiera era mi hogar.

Camine apenas un poco hacia las escaleras y me derrumbe, no podía manejar la perdida, siempre intente evadirlo pero esta vez era imposible, ella llego, me cambio, me marco para siempre y me dejo, no podría fingir, me estaba ahogando lentamente, colgaba de la cornisa y ahora no había nadie que me halara hacia arriba, estaría colgando mucho tiempo hasta que lograra reunir el suficiente valor y fuerza para subir.

Aun así llore esa noche, le llore, le susurre mi amor, desee soñarla, poder decirle todo lo que pensaba y sentía, suplicaba que siguiera siendo mi Morfeo, y así fue.

A través de tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora