Nueve

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"Transformada"

Lo han cambiado, ahora tiene mangas, una capa color morado y los colores más vívidos. Aunque lo recuerdo más ligero, se lo atribuyo a la capa que está sobre mis hombros.

-Gracias-le susurro a Bunny, con toda la gratitud que puedo demostrar. Me ha devuelto una parte de mí. Es impresionante como una prenda puede hacerte sentir más segura. Es como si con este vestido, Anna estuviese conmigo.

-Lo encontré en el Centro, y creí que te gustaría-dijo y me lo acomodó mejor. Me hace dar una vuelta en él, y aunque no es espectacular como el vestido del desfile, mi corazón da brincos de alegría.

Todo el equipo de preparación grita, entusiasmado. Les agradezco con una sonrisa y Bunny me toma de la mano, escoltándome fuera de la habitación y hasta el ascensor. No veo a mis mentores o a mi compañero de distrito por ninguna parte, lo cual me alivia. No podría soportar más atención de la que estoy recibiendo ahora mismo.

- ¿Y cómo va la preparación para la entrevista? -pregunta mi estilista, mientras esperamos que todo mi equipo entre-, ¿ya estás lista para contestar las preguntas que el Capitolio se muere por saber?

- ¿Eh, qué? -Pregunto, confundida-, ¿Qué el Capitolio se muere por saber? ¿Cuáles son esas?

-Pues, ya deberías saberlo-comenta, mirándome con sorpresa-, no hay tema de conversación que no te incluya allá afuera, Elsa. Tu hermana, tu ofrecimiento, tu vestido, tu once, les estás dando justo lo que quieren. Un espectáculo.

-Ah, ¿sí? -Digo, con pensamientos sobre acogedores-, pues dijo St. Nicholas que debo ser yo misma. Pero no estoy segura de quién soy.

Y era cierto, nunca tuve tiempo de pararme a pensar quién era yo. Cuando no era la hermana altruista, era la chica problemática, cuando no era la chica problemática, era la voluntaria para los Juegos. ¿Quién soy yo?

-Yo te diré quién eres-dice mi guapo estilista-, tú eres Elsa Arendelle. Y eso es todo lo que necesitas saber.

Sé que su respuesta está destinada a tener un significado más profundo que el que le estoy dando, pero no puedo pensarlo con claridad. Si me viera desde el ángulo de alguien más, ¿qué dirían? Pero ahí está el problema, cada quien tiene una visión distinta de mí. La tributo imprudente, la hermana abnegada, la niña del Distrito 12, la huérfana callada, la modelo perfecta.

No pregunto nada más, y agradezco que Bunny tampoco lo haga, así bajamos por el ascensor. Cuando éste se abre, encuentro toda una fila de tributos formados para salir al escenario. Todos van con increíbles atuendos que se ven mucho más espectaculares que el mío, pero siento a una imaginaria Anna tomarme de la mano y darme valor. Veo a Kristoff enfrente mío, con un traje decorado en llamas, lo cual me hace quedarme de una pieza. Creí que iríamos vestidos a juego. El plan de St. Nicholas siempre fue que pareciéramos congeniar o algo, lo cual me hace pensar que soy yo la que está fuera de lugar.

-Elsa, tenemos que dejarte-dice Bunny, dejándome detrás de Kristoff-, estaremos en los asientos de enfrente. Lo harás bien, hermosa. Suerte.

Todo mi equipo me da dos besos en cada mejilla y se alejan. Mis mentores me dan palmaditas y sonrisas, yéndose con ellos también.

Me asomo impaciente a la fila, pero antes de que pueda ubicar a mis aliados, nos hacen avanzar hasta el escenario. Con tan sólo poner el pie en el escenario, ya se me acelera la respiración. Noto los latidos de las venas en las sienes. Es un alivio llegar a la silla, porque, entre los tacones y el temblor de piernas, me da miedo tropezar. Aunque ya cae la noche, el Círculo de la Ciudad está más iluminado que un día de verano. Han construido unas gradas elevadas para los invitados prestigiosos, con los estilistas colocados en primera fila. Las cámaras se volverán hacia ellos cuando la multitud reaccione a su trabajo. También hay un gran balcón reservado para los Vigilantes, y los equipos de televisión se han hecho con casi todos los demás balcones. Sin embargo, el Círculo de la Ciudad y las avenidas que dan a él están completamente abarrotados de gente, todos de pie. En las casas y en los auditorios municipales de todo el país, todos los televisores están encendidos, todos los ciudadanos de Panem nos ven. Esta noche no habrá apagones. Caesar Flickerman, el hombre que se encarga de las entrevistas desde hace más de cuarenta años, entra en el escenario. Da un poco de miedo, porque su apariencia no ha cambiado nada en todo ese tiempo: la misma cara bajo una capa de maquillaje blanco puro; el mismo peinado, aunque cada año lo tiñe de un color diferente; el mismo traje de ceremonias, azul marino salpicado de miles de diminutas bombillas que centellean como estrellas.

Juegos del Hambre {Jelsa}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora