Rebecca

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--Deberíamos decirle a tu padre que vas de camino hacia ese lugar.

--¿Acaso no es mejor sorprenderlo, mamá?, de todas formas, no pienso entrometerme en su trabajo de ninguna manera. Me quedaré en el dormitorio de Verónica.

--¿Y acaso eso es legal?

--No lo sé, supongo. Además, como sé que voy a estudiar allá en unos meses, es mejor que vaya dando el recorrido para no perderme.

--¿Ah? No sabía que lo habías decidido por tu cuenta --puso sus manos en las caderas.

--No hay nada que hablar --se rió--, si la matrícula es muy cara yo podré conseguir un trabajo de medio tiempo en un bar o un restaurante.

--¿Crees que Pablo permitiría que su hija trabajase en un bar a cientos de kilómetros de aquí?, teniendo en cuenta que puede darse el lujo de estudiar en una universidad de la capital, sin tener que abandonar su casa ni sus hábitos alimenticios. Además ni siquiera eres capaz de hervir agua.

--De acuerdo, de acuerdo. Ya entendí, es algo que debemos hablar entre todos.

--Si se enfurece, no me metas en esto, ¿de acuerdo?

--Ya verás que él estará feliz de verme. Ha pasado un día desde que se fue, pero ya ha de estar extrañándome.

--Entonces... Nada de alcohol, ni drogas, ni cigarrillos, ni SEXO --enfatizó en esa última palabra-- ¿entendido?

--Sí, capitán.

--Y sólo por dos días, esa condición es importante. Te vas mañana y regresas para el lunes.

--Ya entendí, ya entendí.

--No quiero que tu padre me llame enfadado por ninguna razón, tienes que portarte bien.

--No causaré problemas, enserio.

--Ven, nena, te ayudaré a hacer las maletas.

--No te preocupes, mamá. Puedo hacerlo sola.

--Ni pensarlo, eres olvidadiza, lo heredaste directamente de tu padre. El otro día le estaba yo ayudando con sus cosas, y se había olvidado por completo de su billetera. Estaba justo ahí, en la mesita de noche, y ni siquiera la vio, tampoco notó ese vacío en el bolsillo, ¿no es increíble?

--Ese ya es un caso extremo, yo procuro hacer una lista de todo.

--Pero me necesitas a mí para hacer esa lista correctamente. No puedo ni imaginarme cómo sería si yo no estuviese.

Ella ayudó a Rebecca a hacer la lista, pero no le ayudó a hacer las maletas para conservar esa importante frontera entre la ya emergente independencia de su hija, y su instinto maternal y protector. Ella era la luz de sus ojos, era producto suyo, de su bondad, la amaba más que a cualquier otra cosa en el mundo, inclusive aún más de lo que amaba a Pablo. No me malinterpreten, no quiero decir que ella no lo ama, porque sí lo hace, lo ama mucho, pero no es comparable con el amor que sintió al llevar a esa criatura nueve meses y seis días en su interior, para finalmente poder mirarla a los ojos en su regazo.




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