Mala suerte

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En un lugar tan pequeño como Pueblo Negro, los rumores se propagan rápidamente, se exageran y se polarizan. La muerte del profesor había causado conmoción no sólo en la comunidad educativa, sino en toda la región, se habló de un accidente, de una alergia, de una desafortunada serie de coincidencias, pero después de que apareció el cuerpo de la chica todo se complicó, fue cuestión de días para que los internautas empezaran a hablar de las similitudes entre una estudiante y su profesor, tanta había sido la dilatación de la verdad, que ahora acusaban a la presencia de un asesino a sangre fría, esperando agazapado para su próxima víctima, aunque, siendo sinceros, tenían algo de razón, algo había matado a estas dos personas, pero no había sido humano.

El teléfono sonó, Pablo fue arrancado de su sueño súbitamente. Aún estaba oscuro afuera, faltaban un par de horas para el amanecer.

Contestó, Arango le habló desde el otro lado de la línea, diciendo que lo necesitaban urgente en el hospital, que tenía que ir de inmediato, que no importaba si aún estaba en pijama, que todos lo estaban.

No tardó mucho en llegar al hospital corriendo, en la sala de espera había una mujer desconsolada, llorando fuertemente sobre el hombro de su marido, Arango tenía razón, todos estaban en pijama.

Una enfermera lo hizo pasar hasta otra sala, en la que se encontraban varios miembros de la policía y del hospital, Arango recibió calurosamente a Pablo, aunque él pudo notar las caras de miedo en todos.

--¿Qué sucedió ahora, Arango?

--Otra chica.

--¿La encontraron en el bosque?

--No, en mitad de una calle residencial, una de nuestras patrullas la encontró tirada en el suelo.

--Adivinaré, ¿también estaba en la clase de Ospina?

--Para nada, era apenas una chica de preparatoria, cursaba su último año aquí, todos la conocían.

--Necesito que usted mire esto --interrumpió el forense local-- parece ser que la causa de la muerte fue la misma que la de Ospina y la chica.

Pasó a la morgue y vio el cuerpo desnudo de una chica de la misma edad de su hija, quizá también los mismos sueños, las mismas metas, las mismas esperanzas que Rebecca. La vio allí, vio a su hija en el cuerpo de esa chica, sintió escalofríos y se acercó lentamente al cuerpo.

--Está fresco --comentó el forense local-- quizá podamos averiguar lo que sucede de una vez por todas.

Acercó una lupa al cuello de la chica, justo donde había una pequeña erupción roja, la cual empezaba a supurar. Vio algo diminuto moverse bajo la piel, al principio creyó que era producto de la falta de sueño, pero la imagen se volvió más clara, efectivamente algo se arrastraba bajo la piel de la adolescente. Tomó un bisturí y sin pensarlo empezó a cortar la piel. El forense local dio un salto y se acercó agresivo.

--¿Qué cree que hace? --le gritó, pero Arango lo detuvo.

--Déjalo que haga su trabajo, él sabe que está haciendo.

Pablo no sabía que estaba haciendo, pero tenía que atrapar a lo que sea que estuviese adentro del cadáver. La sangre espesa y coagulada empezó a manar de la herida y a resbalar por las bases de la mesa hasta crear un creciente charco en el suelo.

Finalmente Pablo ordenó que le trajeran un envase de muestras, posteriormente agarró unas pinzas, sacó algo del cuello de la adolescente y lo introdujo en el envase.

Volvió a ver hacia sus colegas, y los vio a todos con la cara aterrorizada, extrañados, asqueados. Tenía mucho que explicar.

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