Bienvenida al infierno.

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El auto de la mujer de Pablo se detuvo en los estacionamientos exteriores de la estación principal, acompañó a Rebecca hasta la sala de espera, aguardó hasta que su hija se registrara y luego se sentaron en una banca junto a una máquina expendedora.

--Estoy empezando a arrepentirme. --soltó ella secamente.

--¡Mamá! --reclamó-- no puedes decir eso, ya estoy aquí, éste boleto salió con mi dinero.

--Yo pagué la mitad del boleto.

--Bueno, entonces con parte de mi dinero, además, otra vez empiezas a tratarme como si fuese una niña pequeña.

--Eso sucede cuando empiezas a comportarte como una mujer adulta, y no lo eres.

--Ya casi lo soy, cumpliré los dieciocho en poco tiempo.

--La madurez no es acorde a la edad, la verdadera mayoría de edad llega cuando empiezas a pensar por ti misma, cuando sabes mirar las situaciones con la suficiente perspectiva para ver las consecuencias inmediatas, posibles y hasta las imaginables de cada uno de tus actos.

--Mamá, voy a estar bien, Verónica está esperándome en la estación, y te prometo que me quedaré en el campus todo el tiempo.

--No es eso, lo que sucede es que fui tonta al pensar que enviarte allá sería una buena idea.

--¿Por qué?

--Pues por la misma razón por la que tu padre no está aquí en esta estación despidiéndose de ti.

--¿A qué te refieres?

--Tu padre fue enviado a Pueblo Negro para examinar el cuerpo de una joven, la cual murió por la misma causa que un profesor. ¿Te imaginas que se trate de una enfermedad? Nunca me perdonaría si te pasara algo; yo soy tu madre, yo estoy a cargo de ti, y ninguna mujer con dos dedos de frente enviaría a su hija a la boca del lobo.

--Estás exagerando, no me pasará nada, llevo repelente. Si en realidad se trata de una epidemia, ya lo sabríamos, hay miles de estudiantes en esa universidad, y otros miles de habitantes en Pueblo Negro. Relájate, mamá, lo más seguro es que esas muertes sean una triste y desdichada coincidencia. 

Esas palabras tuvieron el suficiente poder de convicción para que la mujer de Pablo dejara ir a su hija en aquel tren minutos después de la charla sobre la "mayoría de edad". 

Ese sería el último tren que llegaría a Pueblo Negro antes de que fuese puesto en cuarentena-


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