El viaje del cadáver

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El café siempre había sido su aliado cuando se encontraba en la facultad de medicina, pero ahora no era suficiente. El forense Pablo Ramírez vivía tan ocupado, que las dosis de cafeína habían aumentado hasta casi alcanzar los límites de lo sano. Era irónico puesto que él, un médico reconocido en la capital, debía de tener hábitos sanos. ¿Pero qué acaso dormir no era un hábito sano?, los médicos deben pasarse horas y horas despiertos, y aún así no se les da una remuneración más o menos decente.

Tomó un sorbo de su bebida energizante y se reclinó en la silla de su escritorio. Cerró los ojos unos segundos, asegurándose de no quedarse dormido y perder horas valiosas.

El teléfono sonó, él abandonó su comodidad a regañadientes y contestó.

--¿Señor Ramírez? --dijo una voz al otro lado de la línea.

--Sí, ¿quién habla?

--Soy Arango, el jefe de policía de Pueblo Negro. Hablé con usted la semana pasada, ¿lo recuerda?

--Sí, por lo del caso del profesor Ospina. Los resultados de las biopsias no saldrán hasta el fin de semana, Arango, no hay posibilidad de acelerar el proceso.

--Lo sé, pero creo que algo está ocurriendo aquí, los médicos del hospital me han pedido que le diga a usted que debe venir a ver algo.

--¿Qué exactamente?

--Es algo relacionado con la muerte del profesor, ayer encontraron a una joven muerta en el bosque; tenía las mismas características que él. ¿Cree que podría tratarse de algo contagioso?

--No lo creo --dijo mientras abría una carpeta de fotos en su computador--. Según las imágenes que me enviaron, el señor Ospina tenía una especie de picadura en el cuello, la causa de la muerte se debió a una reacción alérgica al veneno de un insecto desconocido, es muy improbable que se repita nuevamente. Debe haber un error.

--Eso espero, por eso le pido encarecidamente que venga para descartar opciones.

--No creo que pueda, yo...

--Hablé con el ministerio hace unas horas, no nos dejarán sacar el cuerpo de la chica ni del profesor, nos ordenaron mantenerlo dentro del límite municipal del pueblo. Dijeron que enviarían a alguien, y me gustaría que ese alguien fuera usted.

--Voy a hablar con mis superiores, lo llamaré mañana a medio día para comentarle la situación, ¿de acuerdo?

--Eso suena estupendo, muchas gracias.

--No hay problema. ¿Quiénes han tenido contacto con los cuerpos?

--Los paramédicos, un equipo de rescate, las enfermeras y los médicos del hospital. A la chica casi nadie la ha tocado, puesto que creíamos que era contagioso. La tenemos aislada en la morgue.

--¿Y dónde está el profesor?

--También aislado, los médicos se asustaron cuando llegó la chica.

--De acuerdo. Debo volver a trabajar, esté pendiente de mi llamada.

--Entendido, muchas gracias por su atención.

Al terminar su jornada laboral, condujo hasta su casa por las congestionadas calles de la capital, considerando si en realidad le vendría bien viajar hasta Pueblo Negro. Quizá descubriera algo nuevo y terminaría siendo aún más famoso, o quizá se encontraría con una ridícula coincidencia, y con mucho tiempo perdido.

Habló con su mujer al respecto, ella opinaba que lo mejor era ir a investigar, que quizá se trataba de algo grave. Esa misma noche llamó a su jefe Guillermo.

--Señor, soy Ramírez, llamo a...

--¡Qué coincidencia!, en este preciso instante iba a llamarte. Necesito que hagas un gran trabajo.

--¿De qué se trata?

--Pasó algo en Pueblo Negro, al parecer el ministerio convocó a un grupo de expertos para que vayan a investigar, te quieren en ese grupo.

--Vaya... --prefirió no decirle que ya tenía planeado ir-- ¿quiénes van en ese grupo?

--Espera... --se pudo escuchar cómo revolvía papeles-- aquí está, dice que el grupo está conformado por tres médicos epidemiólogos, una investigadora, cuatro empleados del gobierno y un médico forense, ósea tú. Mañana a las dos hay una conferencia en el ayuntamiento, y te recomiendo que vayas empacando de una vez, el tren sale mañana en la noche.

--¿Tan pronto? Parece que en realidad sí es algo grave.

--No lo creo, se sentirán como unos tontos cuando vean que no hay cosas de otro mundo en las biopsias. Enviarán uno de los cadáveres al laboratorio del ayuntamiento, pero ese lo revisará alguien más, a ti te necesitan en Pueblo Negro.

Se despidieron y Pablo fue a la cama, pero no pudo dormir bien; se quedó escuchando la rítmica respiración de su mujer hasta que finalmente sus ojos se cerraron un par de horas antes del alba, curiosamente, en el mismo instante en el que a muchos kilómetros de distancia, un equipo sanitario se disponía a trasladar el cadáver hasta la ciudad capital. Sería el comienzo de algo devastador.

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