Capítulo 12: Secretos al descubierto.

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En el momento en que Alison abre la puerta, nota una atmósfera cargada. Tensión. Algo va mal, se dice.

No espera un robo, ni un ladrón. Es algo diferente, es... Taylor. No se explica por qué, pero simplemente lo sabe.

Y allí está él, sentado en el sofá con una carpeta en su regazo.

-Hola.

-Hola –le contesta Taylor pausadamente.

El chico palmea el sitio a su lado.

Alison se sienta.

-Alison, nuestro trato era cubrirnos el uno al otro... Y cada uno a su bola.

-No he infringido eso –le interrumpe la chica.

-Lo sé. Pero yo sí –la cara de Ali se torna pálida al oír eso-. He buscado información sobre ti y básicamente lo sé todo. Sé que eres hija del matrimonio Mackenzie, sé lo de tu compromiso con Patterson, sé el plan de vida que tus padres han marcado para ti... Y he averiguado que tú eres Alison Mackenzie porque todo concuerda. Y también sé que en realidad tu pelo es castaño oscuro, tus ojos son marrones y tienes la cara con los rasgos menos marcados. No es difícil averiguarlo una vez se sabe tu nombre, pero he de admitir que te escondes bien. Un día, cuando te fuiste, entré en tu habitación y encontré un carnet con tu nombre real. Ahora... lo sé todo. Y lo siento.

Alison calla.

Hasta que explota.

-¿¡CÓMO HAS PODIDO?! ¡¡Teníamos un trato, Taylor!! ¿Sabes cuánto me ha costado mantener mi parte? ¿Crees acaso que a mí no me pica la curiosidad de saber tu vida real? ¿Eh? ¿LO CREES? ¡Pues no es así! Quiero saberlo. ¡Pero no por ello te investigo y destapo todos tus secretos! ¡Me parece muy fuerte que seas tú quien ha infringido su parte teniendo en cuenta que me lo dejaste muy claro! ¡Eres un capullo, joder! ¿Sabes lo que me ha costado ocultarme? ¡TÚ ERAS EL QUE MÁS SABÍA! ¡Me has demostrado que no debo decir nada ni confiar en nadie! ¡Hoy mismo pondré un anuncio y en cuanto pueda me largo del piso! ¡No quiero volver a verte!

-Tienes... Tienes toda la razón. Y lo siento –la mirada asesina de Alison le advierte-. Y sé que no se arregla con eso. He sido un capullo. Te juro que nadie sabrá nada de esto y que te ayudaré a ocultarte si es necesario. Sé que he sido injusto y por eso he decidido que es mi turno. Te lo contaré absolutamente todo. Luego, si aún quieres, te marchas. Si no, te ayudaré, perfeccionaremos algunas cosas y te será más fácil ocultarte. Nadie podrá investigarte. Si confías en mí, sólo necesitaré que me contestes un par de preguntas. Si no lo haces, lo entenderé. Pero me siento en deuda contigo y quiero contártelo todo.

-Muy bien –le contesta la chica autoritariamente-. Pues empieza. Luego hablaremos de confianzas.

Taylor nunca había visto a Alison así. La tenía como una chica más tranquila y su reacción, aunque esperaba que fuese mala, le ha parecido peor de lo esperado. Pero no tiene perdón.

Quizá Alison sólo necesite, piensa, un poco más de tiempo en el mundo real para desentrañar su verdadera personalidad. Está claro que es amable, divertida, explosiva y con algo de mal genio. Y está seguro de que esconde dureza, pero aún no ha salido a relucir.

Es el momento de empezar su historia.

-Cuando tenía 14 años, mi madre murió. Mi padre y yo nunca mantuvimos una relación muy estrecha, pero desde la muerte de mi madre todo fue a peor. A los 16 me escapé de casa... Pero no duró mucho. Me pilló, y usó aquello como excusa para maltratarme. Desde ese momento no tuve el valor para volver a intentarlo. No merecía la pena. Unos meses después, empecé a robar para sobrevivir. Sin embargo, una vez me metí en la casa de alguien muy poderoso. Alguien... de los malos. Me perdonó la vida, porque le parecía joven, fuerte, decidido, inteligente y hábil. Me dio la opción de ayudarle. Yo veía un futuro mejor que con mi padre, y acepté. Durante tres años y medio todo fue relativamente bien. Pequeños trabajillos que, aunque eran peor que robar, no me parecían tan malos porque mi nivel de vida había mejorado. Pero al cumplir los 20, me encargaron mi primer asesinato. Fue entonces cuando entendí que no podía seguir así. Me convertiría en un asesino, un criminal de verdad. Nunca me vi matando a alguien. O quizá sí, pero no a alguien inocente. Así que fui a la policía, les conté mi historia y, por pura supervivencia, les ofrecí trabajar como espía. Durante meses me entrenaron, me enseñaron a defenderme, a manejar armas y a pelear. Antes de los 21 era una máquina en esos aspectos. Seguí trabajando como espía hasta hace dos años, cuando me descubrieron. Desde entonces la policía me ha protegido y yo sigo trabajando para ellos. Para los buenos. Claro que eso causó en mi anterior bando cierto malestar. Me siguen buscando, es un riesgo con el que he aprendido a vivir. Pero de un tiempo a esta parte... Me da miedo... Porque utilizan los puntos débiles de la gente... Y yo ahora tengo uno.

Una Princesa en Apuros ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora