Capitulo 32. ¿Ya llegamos?

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Subimos al auto y nuestro viaje comenzó.

—En verdad te odio, Axel.

—Samantha, por favor, teníamos que estar a mano, tú invitaste a Sarah, así que yo invité a Daniel.

— ¿Pero tenía que ir con él atrás?

—Sí —dijimos todos al mismo tiempo.

—Los odio a todos—habló Samantha haciendo pucheros.

—Samantha.

— ¿Sí, Axel?

—Los polos opuestos se atraen—dijo mientras una estúpida sonrisa se le formaba.

—Axel, te odio.

—Samantha, sólo estamos jugando.

—Sarah, tú no hables, tú fuiste la culpable de esto.

— ¿Yo?, si tú fuiste la que me invitó.

—Sí lo sé, pero no debiste decirle a Axel que vendrías.

— ¿Ahora yo tengo la culpa?

—Sí, bueno, no la tiene Axel por invitar a Daniel.

—Samantha, ¿qué te he hecho yo para que me odies tanto? —habló Daniel.

—Bueno, ¿quieres que te haga una lista con la cual nunca terminaría?

—Mmm... Sí.

—Idiota.

—Chicos, tranquilos, ¿no podemos ir a una fiesta tranquilos? —comentó Axel, quien iba al volante.

—Por fin habló el Alfa, todos obedecemos— respondió Samantha.

Por fin hubo momento de silencio, no podía creerlo, estoy con Axel, sigo sin poder asesorarme cómo las cosas han pasado, todo fue un error, y cómo ese error llegó a convertirse en algo tan especial.

— ¿Sarah, te pasa algo?

—No, sólo estaba recordando algo.

—Me gusta cuando te ríes.

No pude evitar sonrojarme.

—Axel, tu sonrisa es mejor que la mía—respondí.

—No lo es. — Y su estúpida sonrisa se formó.

—¿Lo ves?

—Chicos, pueden dejar el romance en otro lugar —dijo Samantha señalando a Daniel y a ella—. Estamos Daniel y yo atrás.

—Nuestro amor es real y no tenemos nada qué ocultar.

—Sí, pero su amor me da diabetes con tanta dulzura.

—Samantha, regresa a tu lugar.

—Está bien, Sarah.

Ahora el alfa era yo.

— ¿A cuánto estamos de la fiesta?

—Unos veinte minutos más, Samantha—respondió Axel mientras revisaba su reloj.

— ¿Ya llegamos?

—No, Samantha—dijo Axel.

— ¿Ahora?

—No, todavía no, Samantha—hablé yo.

— ¿Ya casi?

—No —dije.

— ¿Y ahora?

—No—habló Daniel.

— ¿Ya estamos llegando?

— ¡Que no! —respondí furiosa.

— ¿Ya llegamos?

—No—respondió aún más furioso Axel.

El resto del viaje Samantha seguía preguntando cuánto faltaba para llegar, y además arruinaba nuestro momento romántico.

Mensaje equivocado (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora