«Prefacio»

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Cuando Rodrigo despertó estaba en un sitio que no era su recamara. Recordaba haber subido al camión y dirigirse a casa, pero no el haber llegado. No existía duda de que estaba en un lugar extraño, para donde quiera que mirara se hallaba oscuro y eso le asustaba.

¿Qué era aquél lugar? ¿Adónde había ido a parar?

No lo supo hasta que escuchó una voz conocida, la voz que tanto tiempo quiso escuchar.

-Bienvenido seas -las palabras reverberaban en cada rincón del sitio, si es que existía algún rincón-. Este sueño es tuyo, es único y nadie ha llegado a él nunca antes.

-Hannu, ¿eres tú? -tenía miedo de estar imaginando cosas. Era la voz de Hannu, su nana en la infancia, pero, ¿dónde estaba ella?, ¿por qué no la veía?-. ¿Dónde estás? -preguntó Rodrigo con más miedo en su voz.

-No temas. Estoy aquí para guiarte en tu nuevo camino. ¿Estás listo? -inquiría la voz de su nana. Estaría listo simplemente si la veía, de todo lo demás aún temía.

-No. No si no te veo, ¿dónde estás? -suplicó y escrutó entre la oscuridad por un momento, luego de eso, sintió como Hannu desapareció.

«¡Qué tonto he sido!», se dijo a sí mismo, «se fue y no volverá.»

Repentinamente un destello dorado surgió de entre aquella penumbra. La luz parecía provenir desde lo alto del cielo, si es que había uno sobre su cabeza, y descendía para quedar a sólo unos metros de él.

Esta vez, Rodrigo se obligó a no temer a aquella luz. La luz significaba bondad, ¿no?

Un cuerpo humano comenzó a formarse con delicadeza, pies, manos, hombros, piernas, cuerpo, cabeza. Sus ojos querían permanecer fijos en dicho destello, pero al final no pudo y apartó la vista. De la figura humana surgió un fulgor enorme, que seguramente corrió por el vasto sitio, llenándolo de vida temporal.

Al volver su vista justo donde descendió el aurea luz, vio a Hannu de pie, sonriéndole.

Era ella. Yacía a unos cuantos pasos de él y sentía cómo el mundo daba vueltas con tan solo observar a la mujer que desapareció un día sin dejar rastro.

-E-eres tú -dijo, casi incrédulo.

Corrió hacia la mujer para darle abrazo, pero al acercarse notó que no lo debía hacer. Algo en su interior se lo dijo, algo razonablemente poderoso.

-Bienvenido a este sitio que tú mismo has soñado... -se limitó a decir ella. Rodrigo no notó frialdad alguna en su manera de dirigírsele, mas debía pasar algún tiempo para atreverse a abrazar a la mujer-. Seré tu guía hasta que tú me lo permitas.

-¿Dónde estamos? -preguntó el chico.

Una calurosa sensación surgía dentro de él. Estaba en un sitio amigable, en un sitio en el que no habría nada a lo que temer.

-¿Qué crees que es este lugar? -replicó Hannu, sin otorgar respuesta.

Rodrigo miro a todos lados y lo único que pensó fue en el universo; infinito, indomable y oscuro, la única diferencia estribaba en que ahí no había estrellas ni fuentes de luz que lo alumbraran de vez en cuando.

-Es como un universo -respondió con confianza. Se sentía cada vez más cómodo entre dicha oscuridad que comenzaba a evaporarse.

-Sí... -asintió tentativamente Hannu.

-Es como un universo de sueños -dijo, al ser golpeado por una idea tormentosa-. ¿Estoy soñando? ¿Esto se irá cuando despierte? Si es así no quiero irme.

Hannu sonrió una vez más con benevolencia. En su cara brillaba aquello que le agradaba tanto a Rodrigo; Amor.

A pesar de ser una mujer alta y corpulenta, era la mujer a la que todos miraban en la calle, no por ser bonita, ni por lucir ropa espectacular, simplemente era imposible no reparar en una mujer negra, una mujer de ascendencia africana, que lo único a lo que se dedicaba era a dar amor a un niño que era como un hijo suyo.

-Es un sueño, sí. Sin embargo podrás venir cuando quieras, mientras quieras. Es un lugar que tú has creado para ti. Es un universo de sueños como lo has dicho. El chico procesó la respuesta con tranquilidad.

-¿Puedo ponerle un nombre? -miró inquisitivamente a Hannu.

-Es tuyo. Adelante.

El muchacho se sentó en el suelo, que era todavía liso y macizo como la arcilla, y se puso a pensar. ¿Qué nombre? Debía ser un nombre que le gustara, un nombre en el que tal vez jamás nadie había pensado y si lo habían pensado, ahora era su realidad, una realidad que él solo conocería.

-Universo de los Sueños -dijo simplemente.

-Perfecto.

Un enorme destello surgió de su propio cuerpo y se alzó en el alto cielo oscuro y sin fondo. Rodrigo llevó su mirada hacia arriba hasta que el resplandor se estrelló en algún punto del fondo oscuro. Algo nuevo había surgido en aquel lugar, justo donde la luz impactó.

Brilló por vez primera una estrella.

-Es hora de irte -comentó Hannu.

El chico seguía embelesado con aquel lugar. Era extraño, muy grande y muy chico a la vez. Una cantidad enorme de ideas empezaron a atascar su mente hasta que reparó en las palabras de Hannu: irse.

-¿Te veré de nuevo? -preguntó con miedo, prefería quedarse ahí a volver a la realidad. No quería perderla y tenía tantas ganas de abrazarla.

-Si lo deseas, aquí estaré. Este camino no lo emprenderás solo.

-¿Mañana?

Lo único que hizo la mujer fue asentir. Era todo. El sueño se había acabado, pero algo extraño lo esperaba afuera. Algo con lo que había de luchar.

Su cuerpo brilló de nuevo. Una sensación agradable lo recorría de pies a cabeza y después pasó algo asombroso. Empezó a flotar en línea recta entre la oscuridad aquella, en dirección a la única estrella que brillaba.

Y cuando menos lo esperó, abrió los ojos.

Universo de los Sueños. [Universo de los Sueños #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora