Un vistazo al problema

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Ramsés comenzó a explicarme cómo funcionaba todo aquello de las zonas y demás.

Según lo que entendí, el Universo de los Sueños era llamado UnSu para abreviar; estaba dividido en cuatro zonas enormes. Primavera al norte, Verano al oeste, Invierno al este y Otoño al sur. También me dijo que se suponía que cada nombre de estación era el nombre de cada zona, así que tenía que llevar mayúscula al principio.

Anotado.

Lo que me dejó impresionado no fue la organización con la que funcionaba el lugar, sino la manera en la que se comportaba. Le pregunté a Ramsés si iríamos en su aparato volador, su respuesta fue limitarse a un no y un segundo más tarde tras hacer un ademán con la mano vi cómo el aparato, sus gafas y su gorra se convertían en un montón de polvo dorado que se elevó al cielo arrastrado por el viento.

-Eso -dijo, apuntando al aire- es el Polvo de los Sueños. Es con lo que funciona principalmente este sitio. Como la sangre de tu cuerpo -sonrió al verme asentir-. Todos pueden soñar lo que deseen: de lo más complicado a lo más sencillo. Pero hay que tener cuidado con la planeación. Hay algunos proyectos que se han salido de control y las cosas no terminan muy bien.

Permanecíamos sentados sobre el pasto de Verano en lo que se denominaba las Cuatro Esquinas de los Sueños; un amplio círculo de dos kilómetros de radio que era territorio neutral para los Soñadores en caso de una guerra.

-¿Una guerra? -Inquirí confundido-. ¿Contra qué o quién?

-Te sorprendería la cantidad de cosas que pueden aparecer y acechar este sitio -contestó, como si recordara uno de esos incidentes-. La mayoría de las ocasiones salimos vencedores, mas eso no quiere decir que tenemos que bajar la guardia. El UnSu vive por sí solo pero nosotros somos quienes lo defendemos, como los anticuerpos de tu sistema inmunológico -volví a asentir. A aquel chico le encantaba ponerme de ejemplo el cuerpo humano, así que me atreví a preguntar.

-¿Y el corazón de este sitio?

Sonrió con satisfacción, como si un buen recuerdo viniera de eso, o como si el simple hecho de que hubiera un corazón lo enorgulleciera.

-Ese está allá -señaló hacia el sur. Obviamente no veía nada más que puro valle, pero según eso en el fondo debía estar-. En el Castillo Ralip, o el Gran Castillo del Gran Soñador.

-¿El Gran Soñador? -Enarqué las cejas a modo de pregunta. Ramsés volvió a emitir esa alegría rara.

-Fue el chico que creó todo este sitio. Seguramente ahora es un adulto y familia debe tener -dijo, y en su voz existía un anhelo inexplicable- y bueno, tenía ingenio. Ni yo solo habría podido hacer esto.

-Debe ser una figura demasiado emblemática -dije.

-En cierto sentido sí. Cada veintiuno de septiembre celebramos el Equinoccio de Otoño y a la vez el cumpleaños de él en el castillo, lo cual está muy cerca. Se lanzan fuegos artificiales y el Concejo de los Soñadores menciona unas palabras, suele ser aburrido al principio por el protocolo de Lía y el resto de la comitiva y tal, pero después vienen las competencias y... -suspiró- es la mejor fiesta de todas.

-Me encantaría estar ahí -contesté, luego vacilé. Estaba en un sueño, muy bonito por cierto, pero sabía que en cualquier momento despertaría y por mi experiencia los sueños no se repetían dos veces, no en las noches posteriores.

-Volverás -Ramsés sonaba tan convencido que quise creerle con sólo escuchar sus palabras-. Todos volvemos. Seguramente yo estaba igual o peor que tú cuando llegué aquí.

»Te apuesto a que una sensación de tranquilidad llegó a ti cuando viste a los cuatro Consejeros. -Acertó a decir-. Luego vino la parte en la que te enterabas que estabas soñando, culminando con que estás al cien por ciento seguro que no volverás, pero vuelves. Siempre lo haces, a menos que tu conexión con el UnSu sea muy débil, lo cual no pasa muy a menudo.

Universo de los Sueños. [Universo de los Sueños #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora