Lía y Ram hacen las pases; O algo así

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-¿Qué vamos a hacer? -Ming rompió el silencio cuando el espectáculo hubo terminado y una afonía macabra pesaba en los hombros de todos.

La tensión se sentía en el aire, no era necesario ser un experto en eso para saberlo. Poco a poco los grupos pequeños de Soñadores se conglomeraron en una masa más grande.

-Habrá guerra -sentenció Zara, como un hecho irrefutable. A pesar de sus catorce años de edad, tan solo dos más que yo, me parecía muy madura porque yo estaba entrando en pánico.

-Necesito encontrar a Ramsés -dije. No quería imaginarme un lugar increíble como aquel en guerra. Tenía que oír las palabras de mi amigo y convencerme de que todo estaría bien-. Debo irme, chicas.

Impulsivamente me dirigí al centro de las Cuatro Esquinas. El tumulto de gente me estorbaba, pero me abrí camino a empujones entre todos. En mi carrera por alcanzar el centro, el punto de convergencia, varias fincas comenzaron a desaparecer en segundos y en su lugar aparecían vehículos de distintos tipos que retornaban llenos de Soñadores por donde la procesión había llegado a las 4E; iban a la capital y a las demás ciudades para alistarse de inmediato.

Escuché gritos de muchachos histéricos. Los de los altavoces parecían no estar cerca para calmar a todos mis hermanos de zona. Se armaría una guerra en grande si no había poder que los detuviera, y realmente no lo había ya, sin el Concejo de los Soñadores era muy probable que las decisiones de la mayor parte de la población de Oeste se tomaran sin consultar siquiera con los Consejeros. Logré captar uno que otro fragmento de conversaciones en las que los que querían el caos convencían a los que se oponían, otros organizaban a la multitud enardecida indicando que se moverían en dirección sur una vez estuvieran listos para ello, y en segundos hubo el grito de guerra que me heló la sangre.

Casi toda la zona de Verano gritaba convencida, lista y enfurecida. Los vítores hacían retumbar mis oídos y el suelo:

-¡GUERRA, GUERRA, SIN TREGUA, SIN TREGUA! ¡GUERRA, GUERRA, VERANO PONE EL ALMA! ¡GUERRA, GUERRA, AL ENEMIGO SE LE ACABA!

El momento que me quedé parado en medio del campo que comenzaba a quedar vacío, fue lo suficiente para escuchar a Ming y a Zara gritarme en la distancia.

-¡Jo! -Vociferaron las dos, a duras penas lograron hacerse oír sobre el griterío.

Di media vuelta sobre mis talones y las vi llegar. Sus caras estaban teñidas de preocupación y de deseo por unirse a los demás. Las contemplé un instante sin entender qué hacían siguiéndome.

-Vayan -las insté una vez que pudieron escucharme sin necesidad de gritar-. No tienen por qué estar aquí.

-No -replicó Ming, quien esta vez parecía llevar las riendas de lo que estaban haciendo el par-. Eres nuestro nuevo amigo y no podemos dejar que andes por ahí solo. Nos quedamos contigo.

Al instante me sentí dichoso, y por supuesto que me sonrojé demasiado que recé para que ellas no se hubiesen dado cuenta. Nunca en mi vida alguien había querido permanecer mucho tiempo a solas conmigo. Me costaba mucho socializar y no desconfiar de los desconocidos que querían conocerme un poco más.

Y ahí estaban ellas. Ming y Zara, paradas junto a mí de modo que parecíamos una especie de equipo.

-Gracias, chicas.

-No agradezcas nada -suspiró Zara, sin olvidarse de agregar-. Pero una vez que consigamos encontrar a Ramsés iremos al campo de batalla y lucharemos.

Asentí y sin decir ninguna palabra eché a correr hacia mi destino.

Divisamos la fogata dos minutos después de correr sin parar. Brillaba fuera de la choza donde vivían los Consejeros del UnSu, que esta vez no estaba adentrada en ninguna zona en particular, yacía justo en el punto donde las 4E convergían.

Universo de los Sueños. [Universo de los Sueños #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora