La Ciudad de las Luces

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Aquí un pequeño manual de cosas que no debes hacer en el Universo de los Sueños con los Soñadores de la Zona Este sin estar preparado mentalmente; 1) no subas a una nave de los chicos de Invierno; 2) cuando la nave despegue no cierres los ojos, o de lo contrario será peor el ascenso; 3) no mires por las ventanillas.

Pensé que era una especie de broma cuando Lía y su acompañante nos guiaron a Ram y a mí hasta dos naves ovoides a unos cien metros de distancia de la choza de los Consejeros. Tenían pinta de ser de esos sacapuntas con botecito incluido que tus compañeros de clase suelen robarte, únicamente que estos eran extraña y totalmente transparentes que era posible ver los engranajes, pistones y cables de la nave junto con los asientos y los controles, que aunque también eran transparentes, sus contornos se distinguían a la perfección.

-Esta nave -explicó Lía, dirigiéndose a mí, un dejo de vanidad se le notaba en la voz- es una nave modelo Medusa 31.2. Es la mejor en su tipo...

-¿Medusa por lo transparente? -Pregunté, sin dejar que terminase.

-Exacto -su acompañante, otra chica pelirroja como la de la choza respondió en su lugar y alzó el cuello, orgullosa de la nave.

-¿Y el 31.2?

Note sus rostros palidecer al escucharme preguntarlo.

-Es el intento número 31, con dos reajustes -Ram me ilustró en lugar de ellas.

-¿Qué pasó con los otros intentos? -Mi amigo se llevó una mano a la cara.

-Ya -me detuvo Ramsés, una sonrisa se dibujaba debajo de su palma-. No hagas más preguntas.

Creo que no es necesario que yo les diga qué pasó, ¿verdad?

Las chicas nos instaron a que subiéramos a las naves rápidamente. Ram iría con la compañera de Lía, y yo con ella, no entendía por qué no era al revés si el par de rivales se traían algo entre manos.

No protesté. No sabía cuánto tiempo nos llevaría llegar a la capital de Invierno, si es que la llamaban así, de modo que me concentré en que sería un viaje largo.

Subí a la nave de Lía con infinidad de preguntas agolpándose en mi cabeza. Medio cascarón de nuestro transporte se retraía para que pudiésemos trepar al interior, y gracias al cielo el objeto volador tenía dos asientos.

Lía subió después de mí y la cápsula se selló.

Y he aquí el motivo del manual.

-Abróchate el cinturón -avisó Lía, mientras apretaba botones en el tablero del conductor y un zumbido lleno de potencia se imponía sobre nuestras voces.

Busqué a tientas el dichoso cinturón y lo encontré a un costado mío, hundido entre los pliegues del asiento. Lía, que iba delante de mí, avisó que estuviera listo.

No sé si le respondí y si lo hice no sé qué dije.

El cacharro ese se balanceaba de un lado a otro conforme se elevaba y con él, el suelo se movía a la vez que se distorsionaba porque todo era transparente.

Comencé a sentir pánico. Por más que Lía dijera que me tranquilizara no iba a hacerlo. Cerré los ojos para apaciguar la experiencia, pero lo único que conseguí de eso fue la sensación de estar girando en una lavadora gigante. Mis entrañas se movían, todo daba mil vueltas a la vez, y si es que mi estómago tenía comida en el UnSu, iba a vomitar.

Cuando me convencí de poder abrir los ojos estábamos volando en línea recta a una velocidad increíble. Miré bajo mis pies y vi las copas de cientos y cientos de pinos nevados desdibujarse. Llevábamos escasos dos minutos en el aire.

Universo de los Sueños. [Universo de los Sueños #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora