Repruebo dos exámenes en un día

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El sol entraba a raudales por los orificios de las cortinas de mi habitación.

Me levanté de golpe en la cama, cosa extraña porque no recuerdo haberme acomodado.

Mi linterna y mi comic yacían en la mesa donde hacía mi tarea por las tardes bastante lejos de mi cama. Sonreí. Mis padres habían venido a verme.

En ocasiones, tengo que admitir, que si hacía cosas que no debía era por llevarle la contraria a mis papás. Ellos se esforzaban por preocuparse y yo les respondía de mal modo que querían más a mi hermano mayor y a la menor, lo cual a veces se notaba bastante.

Como dije, no era fácil ser el hijo de en medio.

Me vestí con mi uniforme escolar lo más rápido posible. Sabía que era bastante tarde porque nunca había estado mi habitación tan iluminada antes de marcharme a la escuela.

Salí de mi cuarto y fui a la recamara de mis padres que reposaban profundamente dormidos. Estaba segurísimo que no era sábado, de lo contrario no habría hecho tanto alboroto cuando entré en la habitación de ellos.

-Ma. Pa -dije, sacudiendo sus pies. Ambos respondieron con un ¿sí? amodorrado.

Insistí en despertarlos. No era común que siguieran tan dormidos, mucho menos a esas horas, que suponía era demasiado tarde.

-¿Saben qué hora es? -Les pregunté cuando capté más su atención.

-No molestes, Joel -dijo papá.

Salí de la habitación y fui a por un reloj de la sala. Verán, mi casa es de dos plantas, en la planta baja está la estancia, el comedor, la cocina y un baño, en la planta alta hay cuatro recámaras, dos baños y nada más. Regresé a toda velocidad y grité:

-¡Son las siete quince! -Ambos se pararon de la cama espantados.

-¿Qué? -preguntó mi mamá confundida-. No puede ser tan tarde.

Se estiró para alcanzar su reloj. Su cara se transformó enseguida.

Vi a mis padres aventar las cobijas de su cama y salir disparados. Mamá corrió a arreglarse mientras que papá iba a las habitaciones de Israel y Sofía.

Se sentía extraño ser por un momento el primero en levantarte cuando siempre eras el último, sin embargo me había levantado bastante tarde, y no era tan buena la victoria. Hasta puedo decir que me sentía un poco más responsable (pueden comenzar a reírse).

La mañana fue demasiado agitada, y a mañana me refiero a los siguientes veinticinco minutos.

Supuestamente, Israel y yo entrábamos a la escuela a eso de las ocho de la mañana, igual que Sofía, pero el problema era que su escuela estaba en el lado opuesto de la ciudad en el que estaba la de mi hermano y yo. Eran las siete con cuarenta minutos.

(Por si querían saber Israel tiene catorce años y Sofía nueve).

-¡Oye, lento! -Gritó mi hermano, mientras corríamos al auto de mi mamá. Por el aire lanzó mi almuerzo y lo atrapé el vuelo.

-Gracias -le dije, apenas dándome cuenta de que era la primera vez que atrapaba mi comida voladora.

-Adiós -gritó Sofía, desde la entrada de la casa-. Le mandas saludos a tu novia -le dijo a Israel, quien se cabreó enseguida.

Me reí. Con momentos como esos adoraba a mi familia.

Nos alejamos de nuestra casa a todo motor. La mayor parte del tiempo mi madre era una conductora paciente y respetuosa con los demás conductores, mas cuando era tarde se convertía en alguien que no lográbamos reconocer. Aceleraba, adelantaba otros autos de maneras casi imposibles y manejaba sobre los cien kilómetros por hora.

Universo de los Sueños. [Universo de los Sueños #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora