Corre, corre, corre, corre, corre… Un, dos, tres, cuatro; un, dos, tres, cuatro…
Me paré a mitad, y como la máquina seguía en funcionamiento, caí.
—Mierda —maldije por lo bajo. Con cierta dificultad, alcé mi brazo y la apagué.
—Por lo menos ya puedes mantenerte diez minutos en ella —dijo Abby mientras rehacía su coleta con una goma.
La miré mal. Suficiente contestación para lo que dijo.
—Vuelvo a preguntar —dije, sentándome en el suelo al lado de la máquina—. ¿Por qué estamos aquí?
—Porque no quiero volverme un oso andante que habla —repitió las palabras de Tanner.
Estábamos en un gimnasio, ya que mi lindo y tierno amigo le dijo a Abby que tenía algunos kilos de más. Y como Abby siempre se lo toma todo muy a pecho, me obligó a venir a un gimnasio junto a ella. ¿Por qué yo? Porque las cobardes de Valerie y Hilary huyeron como cucarachas ante escuchar la palabra "ejercicio".
—Abby, estás delgada y en buena forma. —Puse los ojos en blanco por su exageración. Tanner me las pagaría muy caro en cuanto lo viera.
—Eso es lo que dices tú —farfulló, malhumorada.
—No, eso es lo que media raza masculina piensa. —Me levanté y le quité la toalla que tenía en la mano para secarme el sudor de la frente.
Murmuró cosas para sí misma que no llegué a escuchar y, lanzándome una mirada penetrante, se dio la vuelta y fue hacia las colchonetas. Suspiré y regresé mi mirada hacia donde la máquina de correr, que recientemente acababa de ocupar, estaba.
«Maldita cosa del demonio»
«Oh, vamos, te hizo bajar algo de calorías, cerdita,» dijo la odiosa voz de mi subconsciente.
Calorías que pienso recuperar.
—¡Summer!
Levanté la vista hacia Abby, que venía trotando en mi dirección.
—¿Qué ocurre? —pregunté cuando se detuvo a mi lado.
Me agarró los hombros y me sacudió de forma efusiva.
—¿A que no sabes quién está aquí?
—Pues no sé... ¿me ves cara de adivina? —bufé, soltándome de su agarre.
Se acercó hasta mi oído y murmuró, señalando hacia donde estaba unos minutos atrás:
—Sash.
Fruncí el ceño.
—¿Quién carajos es Sa...? —Abrí los ojos de golpe—. ¡Cash!
—Ajá —asintió.
El pánico se apoderó de mí, y, por instinto, me escondí detrás de ella.
—Oh Dios mío, ¿y si me vio sudar como una cerda a punto de parir? No quiero que tenga esa imagen de mí porque sería muy... ¡Auch! —Me froté el brazo y fulminé a Abby con la mirada—. ¿Y eso por qué?
—Es por tu bien —respondió, y se acarició la mano, que estaba ligeramente colorada—. Mierda, Summer, ¿de qué está hecho tu brazo?
Puse los ojos en blanco y estiré el cuello, buscando a Cash.
—¿Dónde está? —cuestioné, poniéndome de puntillas para ver mejor.
Abby tomó mi codo y comenzó a arrastrarme hacia las colchonetas, donde tres mujeres y dos hombres hacían abdominales.
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First kiss (FK #1)
Teen FictionTodos tenemos nuestro primer beso. Ya saben, ese momento que compartes con la persona que te gusta... o no. Claro, hay algunos que no lo dieron. Pero ellos no están tan desesperados como Summer Hamilton, una chica de 16 años que, ¡ja!, adivinaron, a...