Capítulo 19

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    —Oh, Dios mío —dijo Tanner con una sonrisa al verme—. Mi pequeña Summy resucitó.

    Rodé los ojos, y lo golpeé suavemente con mi mochila antes de sentarme a su lado.

    —Cállate, bobo —espeté.

    Volvió a sonreír, el muy pillo. Pues, bien, como dije: era hora de que la Summer de antes vuelva. Saqué la poca ropa que tenía de antes (ya que las chicas reciclaron algunas) muy en el fondo de mi armario, y puse todas las prendas nuevas en una bolsa de basura. Aunque claro que no las boté, iba a dárselas a mamá o a las chicas.

    —Y dime —comenzó Tanner mientras se ponía cómodo en su asiento, dejando el brazo derecho en el respaldo y reposando su mejilla en su puño izquierdo—, ¿cómo reaccionó Lander al verte así? —Cuando me revolví en mi silla, incómoda, su sonrisa se amplió—. Ah, entiendo…

    —¿Qué? —pregunté, con la voz aguda por los nervios.

    —La fresita no lo sabe —dijo, aún manteniendo la amplia sonrisa.—. Qué lástima sería que…

    Giré mi cuello como la niña del exorcista, sin dejarlo terminar, hasta tener mi cara a tres centímetros de la suya. Sólo para intimidarlo.

    —Escúchame, Tanner Morris. Como le digas algo antes que yo, empiezas a cavar tu tumba y a pagar la primera cuota del funeral, porque entonces de esta te juro que no saldrás con vida —siseé, y él tragó saliva con nerviosismo—. ¿Entendido, hijo de...?

    —¡Mademoiselle Hamilton!

    El profesor de francés golpeó la mesa, y yo di un bote, sobresaltada, alejándome de Tanner.

    —¿Acaso es hora de ligar y yo no me enteré? —dijo con su leve acento, que me daba ganas de golpearlo y gritar como desquiciada.

    —Yo no estaba ligando —refunfuñé, fulminándolo con la mirada. Apuesto a que me parezco a un gatito tratando de imitar a un león.

    —Entonces, aléjese de la cara de monsieur Morris y preste atención. —Golpeteó otra vez la mesa, y justo cuando estaba a punto de lanzarme a su cara y arañársela, se alejó.

    Tanner empezó a reírse por lo bajo, y trató de disimularlo tapando su boca con la mano.

    Idiota.

***

    Abby parpadeó, Valerie sonrió, como habitualmente, y Hil se veía atónita. Ni que me hubiera vuelto emo.

    —¿Me... me perdí de algo? —preguntó Abby tras aclararse la garganta.

    —Verán... —comencé, y tomé asiento al lado de Val, que me ofreció un poco de sus papas. Bueno, no me ofreció, sino que yo comí sin pedirlo y me gané una mirada fulminante de su parte—, yo... no sé porque hice toda esta tontería. Pensé que un cambio sería lo fundamental para conseguir mi primer beso, pero me di cuenta... —Suspiré, aún entre bocados y malas miradas de mi amiga—, de que no. Es decir, si Cash gusta de mí, mejor que sea siendo yo misma, ¿no? La ropa me agradaba, pero no me sentía identificada con ella... ¿suena loco?

Nuestra mesa se quedó en silencio, y los sonidos de alumnos insultándose, golpeándose, hablando o riendo fue lo único que se oyó por un tiempo.

    —Bien. —Hilary rompió el silencio, y se volteó a mirar a Abby y Val—. ¿Quién fue la que dijo que hoy?

    Abby suspiró.

    —Fue Valerie.

    La susodicha sonrió ampliamente, y estiró su mano.

    —Paguen, perras.

    Fruncí el ceño, confundida, mientras veía a Hilary y Abigail poner un billete de cien en la mano de Val, mientras decía: “Besen mi trasero, zorras del demonio, que Valerie O'Connell siempre tiene razón.”

    Primera pregunta: ¿Por qué pagan a Val?

    Segunda pregunta: ¿¡Quién en su sano juicio trae cien a una escuela!?

    —Estoy perdida —confesé, observándolas en busca de una explicación.

    Se volvieron a quedar en silencio, mirándose entre sí.

    —¿Quién le dice? —preguntó Hil.

    Val alzó su mano, y dio saltitos en el asiento.

    —Yo, yo, yo, yo...—canturreó.   

    —¿Decirme qué? —cuestioné, aún más confundida.

    Valerie dirigió su vista hacia mí, y me sonrió, radiante.

    —Sabíamos que volverías a la de antes, así que hicimos una apuesta sobre cuánto tardarías en hacerlo.

    —Val acertó, como podrás ver —agregó Abby.

    Me las quedé viendo, incrédula, a las tres.

    —¿Hicieron una apuesta? —chillé.

    —Sí —respondieron al unísono.

    —¿A mis espaldas?   

    Lo consideraron, hasta que asintieron en acuerdo.

    —Sí.

    Me quedé inmóvil, boquiabierta, hasta que poco a poco levanté mi puño en su dirección.

    —¡Malditas genias! ¡No lo vi venir! —Todas chocaron sus puños conmigo, riendo—. Estoy orgullosa de ustedes —me sequé una lágrima imaginaria.

    Sí, sí, sí sabía que debería estar enojada. Pero, ¡me tuvieron engañada y acertaron cómo iba a terminar! Se merecen mis felicitaciones.

    —Ahora —me levanté de mi silla con un chillido y eché hacia atrás los hombros, preparándome—, tengo que conseguir mi primer beso, sin ropa a la moda y sin maquillaje.

    —¡Así se habla, chica! —exclamó Hil.

    —¡Dale con todo! —vociferó Val.

    Abby me guiñó un ojo:

    —Buena suerte.

    Le sonreí y, con un último suspiro, me encaminé en busca de Cash.
   
***

    Por suerte, lo encontré. Estaba hablando con unos chicos que movían las manos al estilo de Val. Me acerqué y toqué el hombro del rubio, que parecía aliviado de tener una distracción.

    —¿Podemos hablar? —pregunté, con la voz algo aguda por los nervios.

    Asintió y se giró hacia los chicos, que se callaron ante mi interrupción.

    —Lo siento, muchachos, hablaremos después. —Se giró hacia mí, y me hizo una seña para que nos sentáramos en las bancas que había cerca.

    Les ofrecí una mueca de disculpa a los chicos antes de seguir a Cash.

    —Y —dijo mientras me sentaba—, ¿qué pasa?

    Fruncí los labios, y me rasqué la palma mano en señal de nerviosismo.

    —Yo... No sé cómo decirlo…

    Sonrió, irónico.

    —Con palabras, claro.

    Puse los ojos en blanco.

    —Ja, ja, gracioso —carraspeé, y volví a observarlo, ya sin ningún rastro de humor en mi rostro—. Esto es muy difícil, ya que nunca hice esto, pero trataré de…   

    —Suéltalo, Summer.

    —Me gustas, Cash.

    Lo siguiente que supe era que todo cambió con tan sólo esas palabras.

First kiss (FK #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora