-Te amo, te amo y nunca dejaré de amarte. -susurró apenas y me abrazó, yo sonreí mientras mis lágrimas desbordaban mis ojos.
-Yo también te amo mamá -contesté y hundí mi cabeza en su cuello oliendo su su exquisito aroma a rosas; ese aroma que tanto extrañaba.
La abracé con más fuerza haciendo que su aroma quedara impreso en mi ropa, pero de repente ella se separó de mi y me miró fijamente sin decir una sola palabra, se volteó y comenzó a caminar lejos de mi. El pánico me invadió, no quería perderla otra vez, no iba a perderla otra vez.
Comencé a correr y a gritar, la desesperación se coló en mi, y no pude alcanzarla, así como no pude afrontar la idea de perderla.
Una punzada cruzó mi estómago haciendo que cayera de rodillas al suelo, miré mi vientre y pude ver la punta de un cuchillo bañada en sangre y enseguida sentí otra punzada y vi el metal desaparecer.
Me acosté de espaldas al suelo y pude ver sus ojos y esa sonrisa arrogante y burlona que me saludaba triunfante.
Mis ojos lagrimearon una vez mas antes de desvanecerme y perderme por completo en la oscuridad.
Entonces supe que ya no sentiría mas dolor.
Hasta que me desperté de un salto, mire mi estómago y solo me encontré con el brazo blanco de Sco, lo mire y él seguía durmiendo sin percatarse de nada.
Se veía muy tierno durmiendo tan plácidamente que no quise despertarlo así que decidí darme una ducha y luego hacer el desayuno, pero cuando estaba preparando el desayuno sentí un fuerte golpe en la puerta; miré por la ranura de ésta y no lo podía creer.
Me quede inmóvil en la puerta sin saber que hacer, hasta que sentí unas manos en mi cintura, me gire y Sco me miraba sonriente.
Esto no puede ser peor.
