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             "Toda mi vida me he interesado por el saber qué hay más allá de las estrellas, pero... jamás encuentro la respuesta".

-Arthur Kirkland- Se escuchaba la voz del profesor de física llamar al distraído alumno que miraba por la ventana. Éste parecía no reaccionar. Miraba felizmente el cielo grisáceo de Londres, aunque deseando que el conjunto de nubes dejase ver en todo su esplendor el verdadero color. Una sonrisa pequeña se dibujaba en su rostro. Ni siquiera logró percatarse de que el profesor se había acercado. Sin decir nada, el hombre golpeó su pupitre con el libro, provocando que el joven diese un salto. Toda la sala estalló en risas al ver su expresión llena de terror y su rápida reacción.

-¡P-perdone, profesor! Yo... estaba...

-En otro planeta, ya lo sé. Si no quieres estar aquí, te invito a marcharte. No estás obligado a quedarte.

-No... me quedaré.

-Entonces, mira hacia el frente y pon atención.

Dicho aquello, el profesor volvió a lo suyo y Arthur miró hacia el frente. La pizarra estaba llena de fórmulas que sinceramente no comprendía mucho.
Él siempre había sido así. Le interesaban diversas materias, todas relacionadas con letras, pero detestaba lo que implicara números.

Las risas burlonas aún continuaban, haciendo que se desconcentrara, sobre todo por parte de los bravucones que le acosaban habitualmente. Ellos eran un grupo de 7 personas, aunque los tres que más destacaban eran Francis Bonnefoy, Gilbert Beilschmidt e Ivan  Braginski. Pero eso no era todo; habían más integrantes, pero Arthur apenas conocía sus caras o sus nombres.
Suspiró y así se pasó la hora, hasta el toque de timbre anunció el receso. Él fue el primero en ponerse de pie y tomar sus cosas, pero cuando llegó a la puerta, un papel hecho bola impactó su nuca. Se giró, lentamente, encontrándose con aquel francés que detestaba con toda su vida. Éste sonreía. El inglés rodó los ojos e intentó alejarse lo más rápido, pero su mano fuerte le atrajo.

-No tan rápido, cariño. Recuerda que teníamos un trato.

El rubio se fue aproximando peligrosamente, a vista y paciencia de todos, obligando al pequeño chico a retroceder.

-¿Qué trato...?

- ¿No te acuerdas? Debías hacer mi tarea de Castellano.

-¿¡Eh!? - A Arthur se le abrieron los comos como si fueran huevos fritos, no recordaba para nada que estuviese haciendo "tratos' con aquél chico, mucho menos por una tarea. - Y-yo no... lo recuerdo.

El de cabello largo hizo una especie de chasquido con la lengua y agarró al chico por los hombros, en una especie de abrazo. Las mejillas del inglés enrojecieron. El francés acercó sus labios hasta su oído y con un aire de seductor le murmuró. 

-Sólo por hoy te perdono... a la próxima, te castigaré~.

El de ojos azulinos no le soltó en ningún momento, e incluso acercó su boca hasta la de Arthur, antes que...

-¿Podrías soltar a mi amigo, por favor?

La voz seria y la cara de disgusto de Alfred fue lo que hizo que todo su cuerpo se llegara a remecer, y el otro lo notó. Se rió entre dientes y se alejó, dándole una especie de golpe en el brazo al pasar. Realmente no entendía por qué a Alfred le molestaba tanto... 

"¿Y cómo sabes que está molesto?", se preguntó a sí mismo.

"Sus ojos se oscurecieron... ", respondió.

Conocía muy bien a su compañero, también sus manías, disgustos y añoranzas.

-Tu noviecito llegó al rescate. Es una lástima que tanta belleza esté en manos de... éste.

Ambos amigos se miraron. Alfred le guiñó el ojo y con una sonrisa se aproximó. Abrazó al de ojos verdes y le dio un beso en las mejillas, provocando que el francés enrojeciera de celos. No era nada nuevo el decir que Francis estaba enamorado de él. 

- Se nota que estás celoso. -Atacó Alfred, mientras sus manos vagaban juguetonamente por todo el cuerpo de Arthur, arrancándole varios suspiros y sonrojos.

"Se está aprovechando de la situación... ", se dijo a sí mismo.

-Como digas. - Dicho aquello, el francés desapareció del aula.

Rápidamente, el más alto se apartó, no sin antes darle una palmadita amistosa en su espalda.

- Cada vez que vengo están a punto de violarte... ¿Podrías aprender a defenderte en alguna ocasión?

- Si supiera defenderme de pervertidos todo sería fácil. Gracias...

-Me divierte defenderte. ¡Sabes que soy tu héroe y sería horrible si no pudiese cuidarte de ese chico! Pero por favor... no aceptes cuando te pidan que les hagas las tareas.

- E-está bien... - Contestó el más bajo, mientras agachaba la cabeza y miraba al piso.

- ¡Oye! Casi lo olvidaba. Mi madre me dejó ir a tu casa hoy en la noche. - Le dijo el americano, con esa espléndida sonrisa.

-¿Eh...? Espera... ¿Ya es viernes?

-¡Pues claro, bobo! Además, hoy es la lluvia de estrellas. ¡No podemos perdernos ese show!

- Tienes toda la razón... perdón por haberlo olvidado.

-Tranquilo... son cosas que pasan. - Le revolvió los cabellos dulcemente y se inclino, para darle un beso en la frente.
Para muchos, aquel gesto era bastante "gay", pero para ellos era muy natural. Siempre hacían lo mismo; Alfred besaba a Arthur y éste último se acurrucaba.

Y así era su amistad. Llena de juegos que involucraban un poco de sentimiento y morbo, que Arthur sentía como verdadero y al parecer Alfred también lo sentía así.

Stars. [AU/ UsUk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora