IV

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En un abrir y cerrar de ojos, el domingo había llegado. Arthur había deseado que su fin de semana hubiese sido más largo, pero... no era nadie para poder cambiar el transcurso del tiempo. Lo que sucedió el viernes había cambiado todo; no sólo la relación que existía entre ambos amigos, sino que su forma de ver a su alrededor. Ya no se sentía torpe por sentir cosas por el americano y ya tenía la plena confianza en sí mismo. Todo había mejorado.
En esos días que estuvieron en casa del inglés fueron sin duda inolvidables, puesto que en esas dos noches ambos se recostaron en el balcón, apreciándose y tomándose de las manos bajo la mirada atenta de las luces que adornaban el cielo. El simple cruce de sus ojos era suficiente para decirse lo que las palabras no podían.

Cuando Alfred al fin decidió marcharse, nadie se encontraba en casa. La familia de Arthur había ido al centro y se encontraban solos. El inglés lo acompañó hasta el recibidor, pero antes de irse, Alfred se giró ante él y le tomó la mano con ternura, posando ésta contra su pecho como lo había hecho antes.

-Oye... Quería decirte una última cosa antes de... irme.

-¿Hm...? Dime.

-Yo... estoy muy feliz, Arthur. Gracias por aceptar mis sentimientos.

Aquello provocó que los colores volvieran a su pálido rostro. Apretó el pecho del americano y con algo de timidez le miró, dando a entender que no estaba acostumbrado a ese tipo de cursilerías.

- N-no agradezcas... de todas formas... yo también tengo que agradecerte por eso...

- Antes de irme, quisiera... darte algo.

-¿Algo...? ¿P-para mí?

-Así es... ¡Así que cierra los ojos! -Le pidió el más alto y el de ojos esmeralda hizo lo que le pidió. Era demasiado impaciente, por lo que insistentemente abría uno de sus ojos y se encontraba con su mejor amigo cruzado de brazos. - ¡No te daré nada! -Se giró y fingió estar a punto de irse, pero la mano de Arthur tomó la propia y le jaló.

-¡Yo quiero! No voy a mirar, en serio.

- Bien... - El americano se acercó cuando vio que su amigo tenía los ojos ya cerrados y quedó frente a frente con él. Se quitó las gafas y suspiro. Su corazón latía rápidamente y sus manos temblaban, pero... ver ese rostro tan bonito todo se le olvidó. De un momento a otro, ya lo había tomado de las mejillas y estaba a punto de besarle los labios... sentía como sus alientos se mezclaban y sus corazones se conectaban, hasta que...

Ya llegué!

Se escuchó la voz de Elizabeth, seguido del sonido de la puerta abrirse. Ambos chicos se separaron lo más rápido que pudieron y se ordenaron con rigidez, captando la mirada de la madre de Arthur enseguida.

-¿Qué demonios les sucede?

- ¡N-nada! -Respondieron ambos, sonriendo con nerviosismo.

-Hmmm... haré como que les creo. ¡Ah! ¿Ya te vas, Alfie? - Inquirió la mujer al ver la mochila del chico en el piso.

- Sí, mamá. Ya se iba. -Dijo Arthur rápidamente y tomó a Alfred del brazo, arrastrando al más algo hasta la salida.

- Oh... ¡Adiós! -Lo despidió la mujer con un suave movimiento de manos y se recargó en la puerta. - Que raros son...

...

Arthur lo acompañó hasta el Underground, por lo que ambos se sentaron en una banca. Alfred buscaba su mirada y el inglés se la negaba de manera rotunda. Sus manos estaban entrelazadas disimuladamente.

-¿Qué pasa...? ¿Por qué no... me miras?

- Es que... ¡Es vergonzoso! Además... estoy seguro de que mañana todo será exactamente igual que antes...

- Ay, Arthur... nada será como antes. Nada...

El mismo sonido vibrante que los había envuelto días atrás se dejó percibir y el tren se aproximó. Alfred se puso de pie, soltando a Arthur enseguida, pero éste fue más rápido y lo volvió a tomar. -¡E-espera!

-¿Hm...? ¿Qué sucede, Artie...? -Ambos se miraron, pero el inglés estaba más que rojo y apenado.

-D-dámelo...

-¿Eh...? ¿Qué cosa?

-El... beso... - Murmuró y miró hacia otro lado. Alfred sonrió ampliamente y se volvió a acercar. Lo rodeó desde la cintura y se inclinó, ladeando levemente la cabeza para encontrarse con el rostro de su amigo. Sus respiración se volvían a acelerar, al igual que sus corazones jóvenes y llenos de amor.

- Arthur... te quiero mucho... -Dicho aquello, le dio un suave beso en los labios y se separó segundos después. El tren estaba a punto de parar, por lo que le dio una suave caricia en la mejilla. - Te llamo cuando llegue... -Le dijo y cuando ya se habían abierto las puertas, se adentró en el vagón. Se despidió de Arthur con la mano y una sonrisa de felicidad.

El de ojos esmeralda estaba a punto de morirse. Su rostro estaba rojo y se estaba ahogando. Posó delicadamente sus dedos en sus labios y juró haber sentido el aliento de Alfred una vez más.

Volvió a casa torpemente y se encontró con su madre esperándolo en la sala de estar. Tuvo que aguantarse el reírse como idiota y sonreír felizmente.
Se sentó a un lado y su madre lo detalló con la mirada, como si lo supiera todo. Pero no dijo nada y eso asustó al menor.

-Y-y... ¿Dónde está Peter...?

- Se quedó en la casa de Wy.

-Ah... -Tragó saliva y posó ambas manos en sus muslos.

-¿Tienes algo que decirme, hijo?

-No en realidad...

Stars. [AU/ UsUk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora