XV

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N/a:

Miren, mis preciosas.
que he sido muy mala últimamente, así que voy a reparar sus corazones con algo bonito.

Las quiero <3.

P.d: Incluye salseo :v.



A pesar de las insistencias de parte de Francis, Arthur no le dijo nada de lo ocurrido en aquella fiesta. Ni siquiera lo de su experiencia sexual, ni mucho menos con quién había sido. Siguió recibiendo paquetes, todos los días, con notas distintas, con poesía, canciones y las rosas. No permitía que nadie más las viera y las escondía en la caja de los recuerdos.

Se podía decir que comenzaba a enamorarse de ese desconocido. Cada nota era un pasito más que ese enmascarado daba para ganarse ese corazón que quería curar.
Pasaron aproximadamente 2 semanas y la misma rutina seguía. No se cansaba de esos obsequios, no se cansaba de la dulzura expresada en esas palabras. Comenzaba a sentirse pleno, más vivo que nunca... pero la curiosidad le mataba. No tenía con quién hablarlo, y sabía que si Francis se enteraba, se molestaría. No es necesario decir por qué.

A la única persona que pudo recurrir fue a su madre, a quien le contó todo mientras tomaban el té. De cierta manera, Elizabeth no se sorprendió. Esa mujer ocultaba algo, esos ojos verdes eran demasiado sospechosos, pero Arthur estaba tan feliz contándole sobre las cartas que ni se percató.

-¿Y aún no sabes quién es, cariño? - Le preguntó su madre, con un aire de inocencia.

- Sí... O sea... No. Sólo lo vi. Estuvo en frente mío y... no me dejó ver su rostro.

-Que mal... pero ten fe, mi príncipe. Vas a encontrarlo tarde o temprano. Eso te lo puedo asegurar.

El timbre interrumpió su charla. Elizabeth se puso de pie con calma, pero antes de ir a abrir, le habló a su hijo, con suavidad.

-Cariño... no quiero que te enojes, ni nada, ¿vale?

- ¿Hm? -El inglés, que previamente estaba tomando de aquél delicioso té, alzó sus abundantes cejas. - ¿Por qué debería?

-Porque... Invité a los Jones.

Arthur casi escape lo que tenía en la boca.

-Mamá... ¿Es en serio?

- Muy en serio. Tú les debes una disculpa y Alfred merece que lo escuches. -Dicho aquello, la mujer se dispuso a ir a abrir. Su hijo, que por cierto estaba nervioso, se puso de pie y le bloqueó la puerta antes de que ella pudiese abrirla.

-¡Mamá, no!

-¿No, qué? ¡Eres adulto y debes afrontar tus cosas como hombre! ¡Así que habla con Alfred y se acabó! - La cara del rubio mostraba cierto temor; sabía que volvería a sentirse mal si lo veía...

Poco a poco se fue apartando de la puerta, permitiendo que Elizabeth abriera y recibiera a los invitados. El corazón del de ojos esmeralda palpitaba aceleradamente y su rostro ardía. Por suerte no se había puesto a llorar.
Tomó un respiro; su mamá tenía razón. Debía afrontar todo, ser maduro y no dejar que nadie lo detenga.

Cuando vio a Alfred, una sensación extraña le hizo encogerse. El cristal de sus anteojos relucía un poco, por lo que no vio sus ojos. El americano le extendió la mano para que se saludaran, pero... Arthur se quedó mirándola, sin ninguna expresión en el rostro. Cuando el más alto estaba a punto de meter la mano en su bolsillo, Arthur se le lanzó encima, a vista y paciencia de Emily y Elizabeth, quienes se miraban con complicidad.

Stars. [AU/ UsUk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora