Capítulo 50.

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Veintitrés de Diciembre, 2013. 9:45 a.m.





Escuché entre sueños cómo tocaban la puerta de mi habitación. Al principio estaba demasiado cansado como para mínimo abrir los ojos pero después de tanta insistencia decidí levantarme aun medio dormido, me puse mi bata ya que se sentía un poco de frío, me dirigí a la puerta y la abrí un poco.


-¿Diga? -alcé las cejas con los ojos entrecerrados mirando así a mi bella madre del otro lado de la puerta.

-Buenos días, cariño, es hora de desayunar. ¿En serio aun estaban dormidos? -cruzó los brazos y yo miré hacia dentro de la habitación y ____ aún seguía dormida y acurrucada entre las almohadas y cobijas de mi cama, volví a mirar a mi madre y asentí con la cabeza-. Mm, bueno, todos ya desayunamos. Jeremy y el abuelo fueron a conseguir el árbol de navidad, la abuela, los niños y yo iremos a hacer unas cuantas compras navideñas.

-Sí, está bien -bostecé y tape mi boca con la mano.

-Bueno, nos vemos en un rato más.

-Está bien, cuídense.

-Oh... casi se me olvidaba -dijo antes de que yo cerrara la puerta- aquí tienes. Suerte que yo fui la primera que bajó en la mañana a la sala sino toda la familia habría visto esto.


Dicho eso, me entregó ropa doblada y al principio yo no entendía pero después capté todo. Era la ropa que habíamos dejado ____ y yo anoche en la sala. Había olvidado por completo recogerla del suelo y subirla cuando tomé a ____ entre mis brazos para subirnos a mi habitación. Que pena.


-Gracias, ma.

-Más cuidado a la próxima, cielo. Nos vemos.


Sonreí lo menos avergonzado que pude y cerré la puerta de la habitación. Dejé la ropa doblada en una silla que estaba por ahí. A esa silla la llamo ''La acumuladora'' ya que ahí siempre dejo ropa que mía, ya sea que esté un poco sucia, muy sucia o nada sucia. ''La acumuladora'' es típica en la habitación de cualquier adolescente, no me lo nieguen.

Miré a ____ quien aún seguía durmiendo felizmente en la cama. Aproveché para meterme a bañar. Tardé aproximadamente 10 minutos, después salí con mi bata de baño y comencé a preparar la ropa que me iba a poner. Estaba haciendo un poco de frío así que opté por unos jeans, unas botas tipo industrial, una playera blanca y arriba me pondría una sudadera negra complementando todo eso con un beanie gris. Cuando me estaba vistiendo sentí un poco de movimiento en la cama y era mi princesa quien apenas estaba despertando. Bostezando, con el cabello alborotado y los ojos un poco hinchados se veía tan hermosa.


-Buenos días, amor... ¿amaneciste bien?

-Hmmm, buenos días, bebé... sí, ¿y tú? -preguntó frotando sus manos contra sus ojos.

-También -sonreí mientras acomodaba mi sudadera- ¿no tienes hambre? -asintió con la cabeza.

-Bastante -rió levemente- ¿qué hora es?

-Pasadas las diez de la mañana, cariño.

-Oh, la familia pensará que soy una floja de lo peor...

-¿Y no lo eres? -pregunté divertido.

-¡Oye! -ambos reímos.

-Como quiera por el momento nadie está en la casa excepto nosotros. Así que iré abajo a calentar el desayuno, por mientras tomate tu tiempo para arreglarte -abrí la puerta- pero no mucho tiempo porque la comida se va a enfriar -dije antes de salir- te amo, princesa.

-Está bien, te amo más príncipe.


Dicho eso, guiñé un ojo y le lancé un beso, salí de la habitación y cerré la puerta. Bajé las escaleras trotando y me dirigí a la cocina. Encima de la mesa vi distintos trastes y fui quitando la tapa de cada uno de ellos con la esperanza de que mi madre nos hubiera dejado algo para recalentar pero no fue así. Todos estaban vacíos. Moví uno de los platos y había una nota pegada.


''Hijo, aquí tienes los trastes para lavarlos. Este día te toca a ti. Y agradece que no te desperté para que recogieras la mesa así que solo te toca lavarlos.

Ah y no dejé nada de comida porque quiero que uses tus habilidades como cocinero y le prepares algo delicioso para desayunar a ____.

                                                                                           Con amor, mamá.''


Vaya, mi madre como siempre de bondadosa y ocurrente.

Reí para mis adentros y llevé los trastos al lugar donde deben lavarse. Siempre olvido su nombre. Es por eso y muchas otras cosas más por las cuales no soy bueno haciendo labores domésticas.

Comencé a lavar rápidamente la vajilla pensando que en cualquier momento ____ bajaría con mucha hambre y probablemente me ahorcaría al saber que el desayuno todavía no está listo. Ya saben, mujeres... son como las matemáticas, nadie las entiende pero son indispensables para la vida.

Terminando con el deber que me dejó mi madre, fui rápidamente por la tableta de Jazzy que se encontraba en la sala. La encendí y vaya sorpresa... Jazmyn le había puesto contraseña. Los niños de hoy salen más inteligentes que lo que ha aprendido un adulto en toda su vida solo falta que las próximas generaciones salgan con chip integrado.

Quería averiguar su contraseña para poder ver videos de lo que podía preparar de desayuno, así que empecé a poner palabras y frases al azar. ''Galleta, juegos, baño, gato, cama, dormir, perros, Justin es sexy'', en fin, puse todas las que se me ocurrieron cuando de repente se me vino a la mente una vez que Jazzy me contó sobre un chico en su escuela llamado Hassan. Sí, fue la primera vez que como hermano mayor sentí la necesidad de ir a buscar ese niño a su casa y amenazarlo con romper sus crayolas si le hacia algún tipo de daño a mi hermanita. Cosa que no hice, solo me limité a escucharla muy atentamente y después fui a desahogarme con mi madre sobre lo rápido que crecían los niños y sobre que quería que Jazzy fuera monja toda su vida.

Con un inmenso dolor en mi pecho, escribí ese nombre ''Hassan'' y como por arte de magia, la pantalla se desbloqueó. Hablaré muy seriamente con Jazzy cuando llegue a casa.

Sí, como podrán ver, soy un hermano mayor un poco celoso, solo un poco.






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