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«Hija, hoy no te quiero ver en casa. Saldrás, ve y diviértete»

Esas fueron las palabras más extrañas que una madre puede decir. Le pregunté si estaba drogada, pero, ¡claro que lo estaba! Solo faltaba que me brindara que se yo, cigarros para estar segura que a mi madre se le había metido el diablo.

La miré incrédula, pero no tenía ganas de salir. Teníamos exámenes la siguiente semana, y no quería arriesgarme a salir mal. Mi mente se congeló, esperen... acabo de pensar en mis notas, ahora el diablo se me había metido a mí.

Luego de saber que no era una opción el quedarme en casa, y que no era tanto de que fuera para mi entretenimiento sino más bien por ese tipo, sí, el que no debía ser nombrado. Y con eso no me refería a Voldemort-Aunque él no tenía nariz, pero no era como el villano sino más bien como un cerdo, tipo la maldición de Penélope-, en fin. No quería ver a mi madre y ese lengua inquieta ahí sacudiendo sus feromonas por el ambiente, o peor aún, escuchar sus palabras cursis y raras.

Hace un poco más de cinco años mis padres se separaron. No era algo que me gustaba recordar, pero en estos momentos evitarían tantos momentos incomodos; al final accedí y marqué a Gaby para conocer sus planes, para mi desgracia había salido a su casa de campo, para ella era un fin de semana aburrido con una piscina y caballos a su disposición, para mi algo que hubiese querido ir.



Te conocí un viernes treceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora