El mono blanco tenía cuello alto y caía sobre sus hombros, demasiado ancho en la cintura pero ciñéndose en sus piernas. Después de ponérselo se apoyó contra la pared y colocó sus manos en la cara a la vez que suspiraba. Intentaba encajar todas las piezas de este puzzle. No sabía qué estaba pasando y no estaba seguro de querer escuchar la respuesta, después de tres lentas respiraciones abrió los ojos. Vio entonces una de esas hojas de alga que formaban su cama y se agachó a cogerla, era un buen cinturón improvisado. Una vez que pudo atárselo con dos nudos estuvo preparado para hacer frente a todo, salió de su cuarto y lo vio.
Tommy estaba apoyado contra la pared mirando el suelo, su pelo rubio brillaba al sol y el buzo azul resaltaba el color de sus ojos. Una vez que pudo quitar sus ojos de él admiró que se encontraban en una calle donde solo el lado que quedaba a su espalda estaba construido. Eras casas pequeñas de ladrillo vuelto cubiertas por sábanas de todas las tonalidades posibles. La suya en concreto estaba bautizada con una sábana del mismo color que su buzo. Todas las edificaciones de su derecha estaban carentes de esas sábanas, mientras que las de su derecha estaban organizadas según el orden del arcoiris. Frente a estas habitaciones individuales se encontraba una de las visiones más extrañas que jamás pudo pensar ver. Delante de cada una de ellas se alzaban unas rejas que escondían diferentes paisajes a su derecha, mientras que frente a la suya solo había un fondo blanco que continuaba hacia la izquierda por delante de todas las casas blancas sin sábanas de colores.
El suelo era de madera, siguiendo la construcción de un puente que crujía con cada pasa que Net daba aproximándose a los ojos azules de Tommy, donde por un segundo pudo leer un poco de compasión. Sin decir nada, el chico del mono azul comenzó a andar por el camino de las casas con sábanas de colores, dejando a Net tres pasos por detrás. La primera jaima que pasaron estaba ribeteada en color verde, era la más próxima a la suya y enfrente de esta encontraba un paisaje tropical, salvaje, indomable. La siguiente estaba decorada con el color rojo y un volcán que la miraba al otro lado de las rejas. La siguiente tenía el color amarillo como bandera y una tormenta eléctrica circunscribía todo el paisaje. La mente de Net se asombraba con cada uno de estos paisajes. Pero lo que vio al final del camino le asustó. Sintió verdadero pánico por primera vez desde que despertó de su desmayo. Ante él se abría la niebla más oscura y cerrada que había visto en su vida. Una niebla densa y viva, con movimiento. Tommy no se detuvo y la atravesó pero algo produjo rechazo a Net, tuvo que detenerse frente a ese muro intangible de frío.
Cerró los ojos con todas su fuerzas y echó a correr a través de ella, chocándose con la la espalda de Tommy a los pocos metros. Los reflejos de este impidieron que Net cayese al suelo de bruces. Sujetándolo entre sus brazos lo aupó para llevarlo sobre tu pecho. Net no abrió los ojos hasta que notó que el movimiento del caminar de Tommy había cesado. Cuando lo hizo lo primero que vio fueron esos profundos ojos azules mirándole muy de cerca.
-Suéltame ¡no soy un niño!- le gritó Net mientras saltaba al suelo
-No parecías demasiado valiente ahí atrás- dijo Tommy alargando la última sílaba y haciendo un gesto con la cabeza señalando la dirección
-Dime dónde estamos y qué tengo que hacer para volver a mi casa
-Quizás si dejaras de chillar y exigir podrías observar donde te encuentras
Net se giró dándole la espalda y ante él apareció una puerta de metal sin picaporte que se encontraba incrustada en una pared de cemento. El color gris, frío y sin vida dejó sin aliento a Net durante unos instantes. Algo le impulsó a acercarse hacia la puerta y colocar la mano sobre ella. Entonces notó que sus dedos tocaban algo antes de llegar a rozar el metal. Lo agarró y giró la mano. Era un picaporte invisible que abrió la puerta y le permitió el acceso a una sala tallada de madera.
Era una nave de madera con una cúspide de cristal de un puro color blanco. Caminó hasta colocarse en medio de la sala para entonces girar sobre sí mismo. El suelo de madera oscura tenía tallados símbolos inconexos entre sí de color negro, divididos en diferentes zonas delimitadas por círculos, como los anillos de los árboles talados. A la altura de sus ojos se alzaban en todos lados estanterías vacías, desoladas y muertas. La sala seguía creciendo en una madera más clara que iba a morir en la cristalera del techo, en cuyo cetro surgía el único punto de color de la nave, un rosetón de color morado.
De golpe se cerró la puerta de metal y la nave se apagó. Quedándose aislado, solo y en la oscuridad. Antes de poder reaccionar los símbolos del suelo comenzaron a iluminarse, uno por uno. De todos los colores que conocía, a la vez que empezaban a girar cada vez más rápido. Net no sabía hacia donde mirar y entonces, los símbolos empezaron a volverse corpóreos, estelas de luz que se alzaban por la totalidad de la nave cruzándose entre sí en un baile precioso y mágico. Lentamente fuero adoptando órbitas que tenían como punto de gravedad a Net. Cuando todos se hubieron fijado en su recorrido ocurrió los más extraño de todo, una voz profunda, gutural y directa comenzó a hablar.
ESTÁS LEYENDO
Los Portadores.
Teen FictionEn una dimensión paralela vinculada con la nuestra, hace mucho tiempo, ocho dioses escogieron quienes serían los encargados de la estabilidad del mundo. Entregándoles los Dones Esenciales. Las fuerzas se revelaron, volviéndose oscuras, necesitando s...