Cuando te conocí,
tu prospecto rezaba
'cura para todos los males'.
Y sin pensarlo
tomé las dosis indicadas de ti.
Pero claro,
la automedicación nunca fue buena
y yo jamás tuve receta.
Así que ahora sé,
(gracias a una arritmia permanente)
que debí leer también
tus defectos secundarios.
ESTÁS LEYENDO
Cartas
Poesíadejemos de negar lo evidente; te quiero, ahora, mañana y, quien sabe, igual siempre.