6. Oh, I Wasn't Talking About You

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6. OH, NO ESTABA HABLANDO SOBRE USTED

Habían pasado horas y horas desde que Jadis, su enano y los dos niños partieron hacia la colina de la Mesa de Piedra. Incluso había amanecido. El trineo era de hielo, para variar, los asientos estaban tapizados con piel de animal y había incrustaciones de unas extrañas piedras negras por todo el vehículo.

La bruja tenía un abrigo de piel, a pesar de que no sufría de frío, el enano estaba demasiado ocupado en conducir y obedecer a su alteza como para sentir frío, en cambio los niños estaban congelados. Edmund iba contra el borde del vehículo, y Alexandria era la más cercana a la reina, pero apretaba al chico, pues le tenía miedo a la Bruja Blanca, así que se alejó lo más posible de ella.

Alexandria era la única que tenía un abrigo, ya que Edmund lo dejó en la casa de los Castores. Luego de unos veinte minutos de verlo tiritar y de que sus labios se tornaran púrpuras, Alexandria se asustó. Se compadeció del pelinegro y le ofreció su abrigo. En situaciones normales el chico se hubiera negado por orgullo, pero ahora sentía que moriría de hipotermia, por lo que aceptó. Alexandria se refugió en el buzo de lana de Edmund y Edmund en el cabello de la chica.

Y entonces Alexandria empezó a cantar. Su voz salía entrecortada, puesto que la niña no dejaba de castañar, pero sorprendentemente no desafinaba. La canción era extraña, parecía estar en otro idioma, aunque si le preguntabas a la pequeña Summerfield te respondería que eran solo melodías...estaba muy equivocada. La tonada tenía un efecto mágico, si fuera por Edmund la seguiría escuchando hasta morir, le transmitía calor, hizo que la temperatura de su cuerpo se elevase, le daba consuelo...fe. Fe en que todo saldría bien al final.

La Bruja Blanca también advirtió lo que esa canción transmitía, y le dieron nauseas.

—Cállate o te rebanaré la garganta —dijo calmada, sin siquiera mirarla.

La niña cerró la boca de golpe y toda la calidez se esfumó como el humo. Alexandria miró a la bruja con disgusto y enojo. Y entonces el trineo resbaló y luego de unos instantes dejó de moverse.

— ¿Qué está sucediendo, enano? —preguntó la reina, parándose enfadada.

—Cre-creo que los patines deben de haberse enganchado con alguna piedra, Su Majestad —el enano negro no la miró al rostro.

"Regla número 1 en la corte de la Bruja Blanca: los súbditos que osen mirar a Su Majestad directamente a los ojos serán ejecutados."

— ¿Una piedra? ¿Cómo es eso posible? El suelo está cubierto de nieve, las piedras deberían estar debajo de ella...—y miró alrededor con desesperación, solo para darse cuenta de que la nieve se estaba derritiendo y el césped y la primavera reclamaban su lugar. Su hechizo se estaba rompiendo —Está cerca —susurró alterada.

Unas risas se escucharon a unos pocos metros de distancia. Y no eran risas lo que la bruja quería escuchar en ese momento. Se bajó del trineo y con su varita en alto fue a buscar a sus irritantemente felices súbditos.

—Trae a los prisioneros —ordenó.

Los niños bajaron del vehículo, pero cuando el enano intentó hacerlos moverse se negaron. Luego de que los insultara un par de veces y siguieran sin moverse, el enano levantó su látigo en alto y golpeó a Edmund en la espalda. El niño soltó un alarido y cayó de rodillas en la nieve.

— ¡Edmund!

Su amiga se arrodillo frente a él preocupada.

— ¿Estás bien? Ah, ese maldito bastardo...

Queen AlexandriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora