Un cálido rayo de sol impactó contra su nuca con la fuerza de una flecha dorada y Alexandria, quien temía que todo fuera un simple sueño, se convenció de que realmente había escapado, ya que por alguna razón -magia oscura quizás- el sol nunca llegaba a la zona del campamento de la Bruja Blanca. No podía creerlo, era libre, libre de esa horrible mujer y de sus malvados soldados, libre del tacto de las criaturas, ¡cuántas veces había soñado con ese momento los diez días que fue su prisionera!
El sonido de los cascos del caballo se detuvo abruptamente y Alexandria -que había mantenido el rostro hundido en las crines del caballo durante todo el día- finalmente se atrevió a levantar la vista. Estaba tan acostumbrada a la oscuridad del campamento enemigo que la luz del sol la cegó, haciendo que se llevara una mano la cara para cubrirse, cuando se acostumbró al brillo del sol se dedicó a observar donde estaba. Era un enorme claro con el césped más verde que alguna vez vio, rodeado de montañas. A los pies del caballo había al menos una docena de animales: ardillas, ciervos, felinos, zorros y conejos. Estaban diciendo algo que la niña no pudo distinguir debido a su confusión, pero en seguida supo que todos eran bestias parlantes.
Se bajó del caballo torpemente y tropezó, cayendo al suelo. Una figura ancha y baja, de opaco pelo marrón se abrió paso entre el resto de animales diciendo:
-Niña, niña ¿eres tú?
Cuando por fin pudo verla Alexandria preguntó:
- ¿Señora Castor? -y sin darle tiempo a responder se abalanzó hacia adelante para abrazarla, feliz de poder ver una cara conocida.
-Oh, niña estás herida y sucia, los curanderos deberían verte, ven.
La señora Castor la tomó de la mano pero antes de que la recién llegada pudiera pararse una voz grave y profunda habló:
-No, la hija de Eva debe primero hablar con Aslan.
Cuando la niña levantó la vista casi grita al ver quien había hablado: un centauro. Por supuesto que sabía su nombre, debido a las largas horas leyendo en la biblioteca del profesor Kirke, quien tenía muchos, muchísimos libros de fantasía y mitología. Aunque claro solo había visto imitaciones en blanco y negro de esas criaturas y la sorpresa que se llevó fue enorme. Deberías saber que los centauros son mucho más imponentes en persona.
Alexandria buscó con la mirada a la señora Castor, quien le sonrió de forma tranquilizadora y asintió con la cabeza. No fueron necesarias las palabras. Ella supo que podía confiar en el centauro, quien la guío hasta Aslan.
Si Alexandria se impresionó al ver al centauro imagínate cómo reaccionó al ver que el tal Aslan del que todo el mundo hablaba era un enorme león. Mas me temo que no hay nada más que pueda contarte sobre esa escena, porque lo que Alexandria y Aslan hablaron solo lo saben ellos, y posiblemente así sea, hasta el fin de los tiempos.
Luego de la charla con el Gran León la señora Castor guió a Alexandria hasta una carpa de tela roja y suave, que se sostenía con palos e hilos dorados. La señora Castor le indicó que esa sería su carpa. Al entrar solo vio un baúl de madera y una lona que debía medir un metro y medio de largo, sostenida, al igual que la carpa, con palos dorados. Sobre la lona había un pequeño almohadón de plumas y una manta color verde musgo.
-Debes descansar, querida
Cuando la señora Castor vio que la niña se había acostado y tapado se dio media vuelta, dispuesta a marcharse, pero fue interrumpida.
- ¡Espere! Señora Castor, n-no se vaya -dijo Alexandria estirando una mano-. No me deje sola, por favor -pidió con miedo y a punto de llorar. Mas la niña fingió que nada pasaba e hizo un esfuerzo para que las lágrimas abandonaran sus ojos. Y la señora Castor pretendió no haber visto nada, por el bien de Alexandria.
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Queen Alexandria
FanfictionDurante la Segunda Guerra mundial, en Inglaterra, muchos niños tuvieron que dejar sus hogares debido a los ataques aéreos; entre ellos estaba Alexandria Summerfield, quien a sus 10 años de vida fue abandonada a su suerte. Viviendo en una casa descon...