9. Meetings and Horses

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HOHO I KNOW YOU'VE BEEN WAITING FOR THIS *luna de wpp*


9. Reuniones y caballos.

"Lady Alexandria, Sus Altezas" había escuchado a uno de los sátiros que guardaban anunciar. Luego de cerrar los ojos por unos segundos y apretar el nudo de su bolsa entró a la tienda de Susan y Lucy hecha un manojo de nervios, no sabía como se tomarían su visita.

Lo primero que vio fue el color verde oscuro del pasto, pues estaba mirando el suelo. Luego recordó que su abuela, Seelie , había pasado horas enseñándole como caminar y pararse derecha, repetía constantemente que en un mundo gobernado por hombres lo único que tienen las mujeres para sobrevivir son su cerebro y su confianza. Le decía una y otra vez que no tenía nada para avergonzarse, que debía estar orgullosa de sí misma. Seguro te estás preguntando, cómo es que Alexandria había sido educada de esa manera si provenía de la clase baja de Londres. Bueno, por ahora digamos que Seelie provenía de una familia acomodada, mas no tuvo muy buena suerte al elegir a su marido. Claro que su historia es mucho más larga y compleja que estos dos renglones, pero ahora debo concentrarme en la de su nieta (quizá pueda contarla en otro momento).

Alexandria levantó la vista y poco se fijó en los muebles o la decoración de la tienda. Sus ojos cada vez más púrpuras se detuvieron en el redondo y pálido rostro de Lucy, quien corrió hacia ella y la abrazó. Durante una milésima de segundo no supo cómo reaccionar, sin embargo, tan pronto como reaccionó puso sus brazos sobre la espalda de Lucy, quien usaba un vestido narniano celeste con coloridas flores bordadas y tenía el cabello recogido.

— ¡Estás bien! ¡Estás bien! —exclamaba la pequeña Pevensie con alegría. Lucy era una niña con un corazón de oro, se encariñaba muy rápido con la gente a su alrededor y siempre se mostraba dulce y atenta con ellos. Se preocupado tanto por Alexandria como por Edmund.

—Lo estoy —susurró. Quiso sonreír, mas solo le salió una mueca. Aún tenía que comunicarles que su hermano seguía en manos de la bruja. Por mi culpa pensaba.

Una vez se separaron, Susan (quien también lucía un vestido narniano color verde musgo con terminaciones doradas, y tenía el pelo despeinado, seguramente de haber estado jugando, aún así, se veía muy linda) se acercó a ella y sonrió de oreja a oreja antes de apoyar una mano en el hombro de Alexandria, en señal de afecto.

—Me alegra mucho ver que estás a salvo e ilesa —dijo, y se notaba el alivio en su voz.

—Igualmente —agregó Peter. Él había mantenido sus distancias, pero al igual que sus hermanas se mostraba aliviado al saber que aquella chica a quien consideraba su amiga (luego de tanto tiempo compartiendo techo) había sido rescatada.

—Gracias, lo mismo digo de ustedes... ¿debería llamarlos Altezas? —bromeó Alexandria, y está vez sí sonrió enseñando los dientes. Los otros tres chicos rieron.

—Esto es tan raro —comentó Susan, tomando asiento en una silla roja con un tapiz de hojas siendo sopladas por el viento. —Nos tratan como si fuéramos las mismísimas princesas Isabel y Margarita —espero que entiendas la referencia a la, ahora, reina del Reino Unido Isabel II y a su hermana menor.

—Lo he notado, a mí me tratan como si fuera la duquesa de Edinburgo —replicó Alexandria.

—Por cierto, Alex, ¿sabes si Edmund tardará mucho en venir? Quiero hablar con él —inquirió Lucy, con interés autentico.

El hecho de que Lucy hubiera usado un apodo en ella dejó de importar el momento en que mencionó a Edmund. Alexandria tragó saliva.

—Eso es lo que venía a decirles, chicos...Edmund no vendrá —volvió a bajar la vista, ya que no quería ver las expresiones desilusionadas y de pena de los Pevensie.

Queen AlexandriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora