"Debajo de nuestros pies hay un mundo salvaje
de seres que mueren"
-Lucille Sharpe.
***
Edith y Alan se alejaban de la vieja mansión por el largo camino que la separaba del derruido portal de entrada, casi arrastrándose a causa de las heridas del joven y del cansancio de ella.
Se alejaban por el camino rojo. Rojo. Como la sangre que acaba de ser derramada. Como la sangre que había caído por la mejilla del pálido rostro de Thomas y de aquella lágrima roja que había escapado de sus ojos, una única y última lágrima roja. Como la sangre de las heridas mortales de Lucille. Como la sangre que escapaba de Alan y que amenazaba con robarle la vida. Rojo. Como la mezcla casi inhumana de arcilla y sangre que teñía su camisón.
La tormenta de nieve no lograba ocultar el siniestro rojo de la arcilla. La mansión toda parecía sangrar por sus propias heridas, por las heridas de sus muertos.
Miró hacia atrás y no pudo contener el llanto. Allí dejó al único hombre que amaría, como una mujer amaría a un hombre, convertido en una sombra blanca, tan blanca como la nieve que caía sobre ella. Sobre Allerdale Hall y sus secretos. Secretos que estuvieron a punto de robarle la propia vida y convertirla en parte de aquel lugar rojo.
Cargaba a Alan, quien apenas podía caminar por las heridas causadas por Thomas. Heridas que no eran mortales pero que lo matarían de todos modos si un médico no lo atendía de prisa.
Él había venido a buscarla, él había venido a rescatarla del horror. Si Alan no hubiese llegado en el preciso momento, difícilmente ella hubiese sobrevivido. Y tal vez se hubiese convertido en otro fantasma escondido en alguna habitación, en algún sombrío pasillo, en alguna podrida pared. Si Alan no hubiese descubierto el juego, ella estaría muerta.
La sangre escapaba de las heridas de Alan, se colaba entre sus dedos y caía. Se mezclaba con el rojo de la arcilla. Si no fuese porque los vieron acercarse casi moribundos al gran portal de Allerdale Hall, nadie hubiese pensando que un rastro de sangre los escoltaba hacia la salida.
Tal y como Alan había solicitado, los hombres de Cumberland salieron en su busca apenas la tormenta lo permitió. Un precario carruaje se acercaba escoltado por hombres a caballo muñidos de antorchas. El fuego peleaba su propia guerra contra la ventisca y se resistía a morir. Como se había resistido Edith Cushing.
No.
Ya no. Edith Cushing había muerto.
Edith Sharpe tomaba ahora su lugar.
Ahora era parte de la familia.
De prisa subieron a Alan al carruaje, agonizaba. Sus ojos se habían cerrado pero aún su mano sostenía la de Edith, como queriendo asegurarse de que ella estaba allí. Que se la llevaba de aquella mansión siniestra. Que se la arrebataba definitivamente a Thomas. Que la arrancaba para siempre del amor y de los brazos del hombre que se le había robado primero.
El carruaje se alejó lentamente y a los tumbos. Edith nunca dejo de llorar. Lloraba a su marido muerto. Lloraba a su amor muerto. Lloraba ahora porque sabía que no podría llorarlo otra vez. Lloraba por lo que pudo haber sido y no fue. Lloraba por lo que Thomas no podría ver.
¿Acaso vendría por las noches a robarle el sueño? ¿A susurrarle en sus oídos secretos o palabras de amor? ¿Se convertiría en un monstruoso fantasma como los que había visto toda su vida? ¿Cómo el fantasma de su madre? Negro y podrido. O ¿Cómo los fantasmas de la mansión? Rojos y horrorosamente descarnados, con sus heridas abiertas.
No podía imaginar a Thomas más que entre sus piernas. Convirtiéndola en su mujer con una pasión desenfrenada, con una pisca de malicia sensual en sus ojos, con una boca perfecta que la devoraba perfectamente. Eligió quedarse con ese recuerdo, con el momento en el que supo que Thomas había sido suyo en cuerpo y alma, con el instante en el que ambos fueron felices.
Atrás quedaba Allerdale Hall, ya lejos. Como un monstruo abandonado a su suerte, aullando junto a la ventisca su soledad. El golpeteo del camino la sacó de sus pensamientos. Secó sus lágrimas.
Edith Sharpe.
Edith Sharpe acarició su vientre. El recuerdo de Thomas no era lo único que le había quedado. La Cumbre Escarlata se había abierto paso dentro de ella.
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REGRESO A ALLERDALE HALL
Fanfiction"¿Dónde, oh, dónde, oh, mi amado iré a buscarte?" Edith Cushing, ahora Edith Sharpe, logra escapar de Allerdale Hall llevando en su vientre a la hija de Thomas. "Los fantasmas existen". Los secretos también. Tiempo después, Virginia regresará jun...