CAPÍTULO 8

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"¿Dónde? ¿A dónde iríamos?"

-Lucille Sharpe.

*****

Durante el día se sentaba frente al piano y tocaba su canción de cuna, una y otra y otra vez. Esperaba que las notas musicales trajeran a Thomas de vuelta pero él no quería entrar. Sin embargo, no se había marchado de Allerdale Hall aún. La mansión seguía en pie a duras penas. Nada había terminado definitivamente.

Él rondaba el edificio putrefacto pero no entraba.

Por las noches, la mansión cobraba vida... con la muerte.

- ¡Estoy vacía, Lucille! –gritaba el lugar-. Mira mis pasillos y mis paredes... ¡Tienes que alimentarme!

Por las noches Lucille se refugiaba en su habitación. Los fantasmas la buscaban, la acorralaban, ya no se escondían de ella. Habían dejado de temerle. Ahora Lucille era otro fantasma.

Thomas escuchaba el llanto de su hermana. Lo llamaba pero él no entraba. Observaba desde las sucias ventanas como trataba de esconderse de los fantasmas que la perseguían. Pero en Allerdale Hall no había sitio para esconderse.

Los alaridos de Lucille estremecían las paredes que sangraban. Siempre sangraban. Él intentó llamarla, intentó consolarla pero el aullido del viento ahogó sus palabras. Se perdían en el desolado páramo de Cumbria.

- ¿A dónde irás, Lucille? –gritaban las muertas que salían de sus tumbas de arcilla para castigar a la asesina.

El llanto de un niño recorrió el pasillo del primer piso y bajo por la amplia escalera hasta la sala principal. Giró alrededor del piano esperando oír su canción de cuna. Tampoco había consuelo para el niño. Por las noches el piano se callaba, moría.

Thomas también escuchaba el llanto de su hijo... pero no entraba. No dejaba de sentir dolor. Nada había terminado aún.

La mansión se desangraba y se hundía. Se hundía y se desangraba. Pero seguía viva, se aferraba a su existencia moribunda.

Oyó otro aullido de Lucille. Oyó los gritos triunfales y dolorosos de las muertas. Jugaban con Lucille el juego de la muerte. Y su madre era quien más jugaba con su niña.

- ¡VIRGINIA! –gritó Lucille, furiosa y deseperada.

La sola mención de ese nombre volvió a estremecer los muros de la mansión.

- ¿Qué demonios estás haciendo? –gritó Thomas  pero el viento se empecinaba en dejarlo mudo-. ¡Deja de llamarla, Lucille! ¡Por favor, tienes que detenerte! –volvió a gritar Thomas, pero era inútil. Ella no lo escuchaba, no podía hacerlo con todo ese viento aullando alrededor. 

Varado a mitad de camino, Thomas permaneció fuera de la casa. Mezclado entre la bruma invernal y la nieve que caía interminable. Pudo haberse marchado cuando Edith lo liberó con su amor pero también amaba a Lucille y no podía dejarla allí, sola, por el resto de la eternidad. Ella había sido otra víctima de la maldición Sharpe.

"Sólo el amor verdadero puede terminar con esta locura", pensó Thomas.

Entonces se resignó y aquello que había intentado proteger, era lo único que salvaría a su hermana. Ella era vida y su vida los liberaría definitivamente.

REGRESO A ALLERDALE HALLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora