CAPÍTULO 15

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"Hay cosas que nos ligan a un mismo lugar

del mismo modo en que nos destruyen"

-Edith Cushing.

***

Annie aceleró el paso hasta su habitación. Con sus manos trataba de secar su rostro, pero era inútil, la desolación tomaba forma en su llanto incontenible.

La noche vistió a la mansión de oscuridad y la luna alargaba las sombras en los corredores aún más oscuros.

La maldición que había caído sobre los Sharpe parecía aferrarse con uñas y dientes a la inocencia para subsistir como un parásito, para succionarle la energía, para aniquilarla al final. Se había apoderado de todo, había mancillado todo. Había provocado muerte, dolor y una profunda desolación.

Lo haría sola. Lo había decidido. Annie convocaría al espíritu de Lucille, sola. Necesitaba respuestas. En un primer momento, había considerado la posibilidad de realizar aquella sesión junto a Virginia y a James, pero ahora, después de lo ocurrido, no era conveniente. Ya estaban demasiados expuestos y vulnerables. Algo así terminaría por enloquecerlos.

"Dios mío, ¿qué ocurrirá cuando despierten?", pensó Annie con angustia.

Con su brazo lanzó al piso todo lo que había sobre la pequeña mesa redonda de su habitación y la dispuso en el centro. Colocó sobre ella una vieja sábana blanca. Era muy riesgoso. Se necesitaban tres personas como mínimo para la sesión, pero lo haría sola. Debía correr el riesgo, no tenía alternativa. Dispuso cinco velas sobre la mesa y las encendió. Encomendó su alma a Dios y pidió protección. Percibió la intensa carga negativa que había en el lugar.

"Sé que quieres hablar, Lucille", pensó Annie.

La luz de las velas parpadeó y la atmósfera se condensó. La temperatura bajó sensiblemente, tanto que Annie contuvo la respiración pues creyó que sus pulmones estallarían a causa del frío. Tras su espalda percibió una cálida sensación. Sonrió y se sintió un poco aliviada. Allí estaban, con ella. Los padres de sus pobres niños. Se sentó frente a la mesa y descansó las manos sobre ella. Realizó varias respiraciones profundas para ahuyentar cualquier miedo, cualquier duda. Cerró los ojos.

La noche es el momento propicio, la hora en que los fantasmas reinan. Y Lucille reinaba en la mansión. A toda hora. Pero esa noche había ejecutado su plan a la perfección. Estaría feliz, si eso era posible, por lo que demostraría su poderío a quien se lo pidiera. Y Annie se lo pediría, con la humildad que requería la ocasión.

- Lucille... -dijo con voz suave y serena-, si estás aquí házmelo saber.

Una ráfaga helada sopló dentro de la habitación, salida de la nada, y se apagaron dos velas. Allí estaba.

- Gracias por acudir a mi llamado –dijo Annie. Siempre debía agradecer, eso le había contado el señor Alan una vez, especialmente cuando un espíritu estaba enojado. Y Lucille lo estaba.

"¿Qué deseas saber?", la pregunta retumbó en la cabeza de Annie.

La conexión la sorprendió pues no sabía muy bien cómo Lucille se revelaría. Temblaba por el frío y por el miedo que sentía, aunque se dijera que nada pasaría tratando de convencerse a sí misma. Miles de preguntas cruzaron por su mente. Annie quería preguntarlas a todas, pero, tal vez, Lucille se negara a responder. ¿Por dónde comenzar? Entonces recordó la escena que había vivido unos minutos antes, la que había motivado su arrebato. Los ojos volvieron a llenarse de lágrimas.

REGRESO A ALLERDALE HALLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora