"¿Acaso estaba muriendo?
¿Era tan sencillo?"
-Crimson Peak.
***
La casa enloqueció de furia. La hermana, finalmente, había sido salvada. Liberada. Ya nada tenía.
No.
Le quedaba una sola cosa. Venganza. Esos tontos niños no se irían de allí, pagarían el precio de su odio con sus vidas.
La casa se quejó, se retorció. Cada muro, cada habitación, cada recuerdo, cada vena abierta se estremeció.
- Debemos irnos –dijo Annie-. ¡Ahora!
Virginia y James bajaron la escalera hacia la entrada principal. Detrás Edith, Alan, Thomas y Lucille protegían a los jóvenes. Más atrás, Annie.
Un golpe frío dio en la espalda de Virginia.
La joven se detuvo bruscamente frente a la gran puerta y soltó la mano de James. Dio media vuelta y caminó decidida hasta la sala. Se paró frente a la chimenea y leyó, como en un rezo, la frase que estaba grabada en la piedra "A las colinas levantamos la vista". James se acercó rápido a ella y la tomó de un brazo para sacarla de allí. Con un movimiento brusco ella se soltó y miró desafiante a aquel retrato, vacío de vida, pero lleno de maldad y de muerte.
- ¡Déjanos en paz! –le gritó Virginia.
Hubo un pequeño temblor y el piso se hundió un poco. Los tres miraron a sus pies temiendo que el suelo se abriera y los tragara. La madera comenzó a rezumar el líquido escarlata, comenzó a sangrar.
Moría.
La atmósfera se agitó, su respiración se agitó. Se sintió amenazada y debía defenderse. Alguien ya no le temía.
Por la ventana redonda de la sala la luz de la luna, que se perdía entre la noche y el amanecer, pintaba con pálidos tonos de muerte al lugar.
Otro temblor.
- ¡Virginia, debemos salir ya! –gritó James, perdiendo la estabilidad.
La joven miraba desafiante el horrible retrato y supo que allí estaba el corazón de ese lugar maldito. Le sostuvo la mirada con valentía.
- ¿Qué es lo que quieres, demonio? –preguntó Virginia, con voz calma, firme y desafiante.
- ¡Quiero sus vidas! –rugió el lugar.
Entonces, la pintura se deformó, se retorció, se convirtió en una sombra primero y luego, se materializó en una indefinida forma negra y putrefacta. Se movía lenta y pesada. Se acercaba amenazante hacia donde estaba Virginia. Instintivamente James corrió a su lado y le tomó la mano. Ambos jóvenes la enfrentaron.
Edtih, Alan, Thomas y Lucille hicieron un semicírculo luminoso detrás de los jóvenes, como un escudo. Los cubrieron de luz. Los protegieron.
- ¡Virginia! ¿le tienes miedo a esta casa? –gritó Annie.
- ¡No! –respondió la joven-. ¡Ya no le tengo miedo!
- ¡Entonces, díselo! –ordenó la mujer.
Virginia apretó con fuerza la mano de James y lo miró. Su hermano asintió con la cabeza dándole su apoyo. La joven volvió la mirada hacia la amorfa cosa que tenía frente.
- ¡Ya no te tengo miedo! –gritó con todas sus fuerza-. ¡Ya nadie te tiene miedo! ¡Ya todos hemos sido liberados de ti!... ¡Ya no existes!
Un breve silencio, y el caos se desató. Una fuerza incontrolable se apoderó de la sala y se extendió por toda la mansión, los muros crujían. Cada objeto del lugar fue estrellado contra las paredes con violencia, destruido cada mueble, rasgada cada tela, roto cada vidrio. La atmósfera se había condensado y se hacía imposible respirar. El piso cedió y los tres cayeron. Los pies se hundían en la espesa arcilla.
Sangraba.
- ¡Sácalos de aquí, Annie! –sonó la voz de Edith, como un trueno-. ¡Salva a mis hijos!
La enorme puerta de entrada se cerró con un violento golpe. El aire se agitó huracanado dentro de la sala y los arrastró unos metros, escalones abajo. De pronto, la sombra tiró del pie de Virginia arrastrándola nuevamente hacia la sala principal.
- ¡James! –gritó con desesperación, y se sujetó aún más de su hermano.
- ¡No! –James estaba también siendo arrastrado, no podía asirse de ningún objeto, pero sostenía con fuerza la mano de Virginia. No la soltaría por nada.
Annie se arrastró hacia ellos y tomó a James del abrigo tratando de sostenerlo con todas sus fuerzas. Pero era inútil, la mansión parecía querer comérselos.
Fue Lucille quien se interpuso entre la mansión y los jóvenes. Se materializó en una luz dorada, brillante, como si mil universos formaran parte de ella. La fuerza que los arrastraba los soltó en el preciso momento en el que ella la enfrentó.
- ¡Nos dejarás en paz ahora! -dijo ella, con autoridad y dulzura-. ¡Estás perdonada!
Al instante siguiente todo se calmó repentinamente. Lucille dio media vuelta y miró a los ojos a Virginia y a James.
- Son libres, también... -dijo-. Ya pueden irse...
La puerta se abrió tan violentamente como se había cerrado. Los muros empezaron a caer y el lugar se llenó de polvo. El aire era irrespirable.
James ayudó a Virginia a ponerse de pie y ambos ayudaron a Annie. La mujer cruzó una última mirada con el fantasma de Lucille, había paz en su dorado rostro. Annie le brindó una sonrisa de agradecimiento.
Los tres salieron trastabillando del lugar y comenzaron a correr por el sendero que los había visto llegar tan sólo tres días atrás. El páramo tembló. Se detuvieron y voltearon justo para ver como la mansión se hundía en el suelo carmesí. La pálida luz del día se abría paso dándole a la escena un aspecto aún más fantasmal.
La mansión caía como un monstruo. Derrotada finalmente. Los muros se partían en mil pedazos, crujiendo como un cementerio de huesos rotos. Una gran nube se levantaba en remolino, parecía un gran fantasma que se levantaba de su propia tumba. Al final, fue Lucille quien liberó a su captora.
La tormenta cesó.
La fuerza descomunal contenida entre aquellos muros se tragó a sí misma. Desapareció para siempre del páramo y de la vida de la familia Sharpe.
Un incipiente rayo de luz alcanzó el remolino de polvo tiñéndolo de dorado y justo allí, en esa nube que alcanzaba el cielo, Edith, Alan, Thomas y Lucille desaparecían también.
Salía el sol. Agradecían.
***
Meredyd y Neely alcanzaron a ver lo inimaginable. El impresionante edificio que por cien años había dominado, gobernado el desolado páramo escarlata se desvanecía en las mismísimas entrañas de las minas de arcilla, ante sus ojos.
Los hombres vieron acercarse a la entrada principal a los tres ocupantes salvados por milagro.
Virginia, James y Annie voltearon y vieron el páramo desnudo. Libre, también.
Virginia había leído muchas historias, historias de fantasmas principalmente. A su madre le fascinaban tanto que había escrito un libro. Ahora lo recordaba, lo había tenido en sus manos una única vez. Sólo las primeras palabras quedaron en algún rincón de su memoria, no había vuelto a verlo desde que su madre la descubrió con él en sus manos. Esas palabras volvieron mientras se alejaban de Allerdale Hall.
"Los fantasmas existen. Es todo lo que sé. Se desvanecen junto con el pasado, como la niebla en plena luz del día... a su paso dejan enseñanzas simbólicas. Certezas simbólicas", había escrito Edith M. Cushing al comienzo de su novela.
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Hola gente, perdonen la demora en la publicación pero he estado de viaje.
Llegamos al último capítulo.
¡Qué lo disfruten!
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REGRESO A ALLERDALE HALL
Fanfiction"¿Dónde, oh, dónde, oh, mi amado iré a buscarte?" Edith Cushing, ahora Edith Sharpe, logra escapar de Allerdale Hall llevando en su vientre a la hija de Thomas. "Los fantasmas existen". Los secretos también. Tiempo después, Virginia regresará jun...