La primera carta apareció en la almohada, junto a ella, cuando se despertó de la siesta. Rompió el lacre, la abrió, y devoró las palabras de Thomas.¿Fantasías? Son tantas... ¿Por dónde quieres que empiece? En mis sueños te he poseído de muchas formas. Por supuesto, son muy escandalosas, y muy poco apropiadas para una dama de tu posición... Y sin embargo, me excito con solo pensar en compartirlas contigo. ¿Estás tú también excitada, ___, al pensar en lo que yo podría escribirte sobre esos sueños ilícitos que he tenido contigo?
¿Qué pensarías tú del hecho de representar un papel para mí, ___? Siempre he pensado que estarías deslumbrante vestida con sedas y encajes chillones... Hay algo muy erótico y prohibido en una mujer de buena cuna comportándose como una mujer perdida.
En mis fantasías, tú serías una prostituta bellísima y muy experta, con tus labios carnosos y rojos, y tus maravillosos pechos. Y tus muslos suaves... ¿Qué querría hacer yo con ellos?
Esta es mi primera fantasía: Me encantaría pagarte por una noche de servicios. Te ordenaría que hicieras muchas cosas con esos labios carnosos, y con tus senos. Quisiera sentarme en una silla y verte mientras te desnudas, esperando a que tus muslos aparezcan bajo capas de combinaciones y satén baratos y vistosos. Quisiera tomarte contra la pared, cuando tú solo llevaras las medias y las ligas... Me gustaría atarte y tenerte a mi merced, para poder explorar todo tu cuerpo con las manos, con la lengua, con el miembro...
___ alzó la vista de la carta y se abanicó con ella. Leer aquellas palabras la había excitado de una manera que nunca le había sucedido. Tenía húmedos los muslos, y sentía tensión en el vientre.
Aquella era una faceta de Thomas que ella no había visto nunca. Él siempre había sido apasionado y hábil, pero aquello... Ella nunca habría imaginado que él quisiera verla como a una vulgar prostituta. Le entusiasmaba saber que él quería jugar. Le daban ganas de sacar el vestido con más encajes que tuviera y hacer realidad su fantasía.
Sin embargo, quería saber más. Anhelaba seguir recibiendo aquellas cartas y se deleitaba con la pícara intimidad que creaban.
El sol brillaba sobre la hierba, y Thomas caminaba en círculo con las riendas en las manos. Guiaba lentamente el poni de Rachel, y se reía al oír sus risitas de deleite.
-¡Mamá! ¡Mamá! -gritó la niña-. Mira, estoy montando.
-Ya lo veo, querida -dijo ___, acercándose a ellos.
-¿Has venido a montar conmigo, mamá?
-No, cariño. He venido a decirle a papá que voy a llevarme el carruaje al pueblo.
-¿Ahora? -preguntó él.
Thomas entrecerró los ojos para protegerse del sol y observó a su esposa. ___ estaba sonrosada y jugueteaba con algo que tenía entre los dedos. ¿Había encontrado su carta? ¿Qué pensaba? ¿Pensaba que él era un pervertido por haber escrito semejantes cosas y haberle confesado aquella fantasía oculta? ¿Estaba horrorizada y ofendida por el hecho de que soñara con que ella, una dama de la alta sociedad, una duquesa, hiciera el papel de prostituta?
-No voy a tardar mucho -le susurró ella. Se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla. Entonces, Thomas notó que le metía un papel doblado entre los dedos-. Me marcho dentro de tres cuartos de hora.
Entonces, ella se alejó, y él se quedó mirando cómo movía las caderas bajo el vestido de muselina. El sol iluminaba los contornos de su cuerpo mientras se alejaba de ellos. Cuando su hija se distrajo un momento con las crines del poni, él abrió la misiva.
Cuánto me gustaría hacer de prostituta para ti. Pero, ¿qué hace una prostituta? Dime lo que quiere un hombre cuando acude a una cortesana...
Él alzó la vista con una sonrisa, y se dio cuenta de que ella se había dado la vuelta y lo estaba mirando. Que le dijera lo que... Por supuesto que iba a hacerlo.